El presidente Abinader trataba ayer con los partidos un tema complicado. Él es partidario de recortar la asignación que el Estado les asigna y los partidos… no están por la labor.

En un momento de crisis tan profunda como la que atraviesa el país (y el mundo) recortar la asignación a las formaciones políticas en un año no electoral no debería ser ni siquiera tema de discusión.

Enfilando ya el último tramo del año, funcionarios y empresarios ya comienzan a advertir que en enero viene lo peor. Los programas de ayuda dirigidos a sostener el empleo se terminarán si no se encuentra otra fórmula y las empresas que ahora se arrastran con la esperanza de que la pandemia termine, tendrán que tomar decisiones dolorosas.

No, los partidos políticos no son la prioridad. Es la salud y la educación. Es la creación y defensa del empleo. Un empresario del sector de la restauración describía la situación: “La mitad de los restaurantes están quebrados; la otra mitad no lo sabe”. Los mismos aires se respiran en el mundo de la cultura, de los espectáculos, de los salones, de la publicidad…

No, no son prioridad, porque para robarse diputados o senadores, pimponearse alcaldes o mandar notas de prensa tirándose los corruptos a la cabeza no hace falta recibir mucho dinero del contribuyente.

La democracia es cara y los partidos políticos son esenciales. Pero venimos de un año electoral en el que hemos gastado un dinero escandalosamente alto. Pueden los partidos sacrificarse por la patria que tanto aman y defienden y apretarse el cinturón.

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