Y así avanza la cosa, con un no un día y un sí al siguiente, como si la gobernabilidad fuera una subasta, una suerte de regateo.

A un funcionario que podía decirlo se le ocurrió anunciar que no habría bonos en Navidad, y al pobre la esperanza se le fue en lágrimas porque no habría suspiro. Aunque contrario a la vieja expresión de lo poco que dura la dicha en casa del pobre, el cambio hizo el milagro.

El presidente dijo en La Vega que los bonos van, y la mesa que no estaba supuesta a ponerse en diciembre, ahora será servida. El 24 será noche de Acción de Gracias.

Incluso como “el sol cambie ”, pues la razón de que no hubiera bonos sería la pandemia. Ahora se decide que haya bonos y será a través de uno de los programas que fueron creados para socorrer al desasistido.

No es marketing (que sería cosa de locos), pero sí costumbre eso de tomar medidas que mejor pensadas se echan para atrás.

Lenin, que hizo una revolución, habló de un paso alante y dos atrás, y así iría Abinader tropezando en el camino, para levantar prontamente los pies.

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