‘Ataúd en llamas’, el libro que atestigua cómo el COVID-19 se cebó con Guayaquil

Cuando Ecuador no termina de recuperarse de la primera ola pandémica que se cebó con Guayaquil en marzo y abril, un libro recopila a modo de testimonio las voces de la agonía, el sofoco y pesadilla que vivió la capital económica del país.

‘Ataúd en llamas’ es el título de la escritora y periodista quiteña Gabriela Ruiz, presentado recientemente en la Feria Internacional del Libro de Guayaquil, que se ha hecho un hueco en la literatura de pandemia, en este caso, describiendo las vivencias y reflexiones de escritores y poetas nacidos o radicados en la urbe.

Guayaquil fue sacudida por la covid-19 en los dos primeros meses de confinamiento en Ecuador y llegó a convertirse no sólo en epicentro de la pandemia en el país, sino en uno de los focos con mayor número per cápita de casos a nivel mundial, situación hoy estabilizada.

INVESTIGACIÓN CONVERTIDA EN LIBRO

‘Este es un proceso periodístico de investigación que decidí que podía convertirse en un libro necesario e importante para registrar los momentos más difíciles entre marzo y abril acerca de la pandemia’, explicó en entrevista con Efe la autora.

Capítulos titulados ‘El Apocalipsis se ensañó con Guayaquil’ o ‘Un cadáver tirado en la esquina’, son fiel reflejo de un contexto agónico en una ciudad donde los cadáveres eran dejados a su suerte, se disponían contenedores de cuerpos frente a hospitales y abundaban las largas colas en los cementerios para enterrarlos o recibir algún tipo de información.

En esos momentos de confusión y desasosiego, Ruiz recopiló las respuestas de más de una veintena de autores residentes en la urbe costera a los que hizo a una simple pregunta, un ¿cómo estás?, que poco a poco dio lugar a las piezas narradas en primera persona que convirtió en testigos de lo que parecía un película de ciencia ficción.

‘Recibí varios audios, textos, cartas, correos electrónicos, archivos y fotografías personales que me permitieron entrar en ese momento tan difícil, a la intimidad de sus casas’, explicó Ruiz desde la ciudad donde reside en la actualidad, Cuenca.

La obra ahonda en un espacio común compartido por la literatura, la crónica periodística y la poesía, y ha sido posible gracias a la confianza mutua depositada por los interpelados en la escritora, en forma de piezas íntimas, ‘para que los lectores sientan y vivan la experiencia de los testimoniantes’.

Con su pluma, Ruiz personifica las voces de autores locales reconocidos como Solange Rodríguez, César Eduardo Galarza, Marcela Noriega o Francisco Santana, y jóvenes con proyección como Amanda Pazmiño, Steph Apolo, Nicolás Esparza o Laura Nivela.

Y con ello pretende ‘revalorizar lo que significa el trabajo periodístico de la crónica narrativa’, al surgir toda la idea del libro del éxito que tuvo la publicación en México de un artículo que escribió denominado ‘Guayaquil, una pesadilla posible’.

GUAYAQUIL UNA PESADILLA POSIBLE

La escritora cree que su crónica conectó con los lectores, ‘porque lo que estaba sucediendo en Guayaquil podía replicarse en ciudades que tuvieran las mismas condiciones de desigualdad, falta de atención sanitaria, corrupción y evidentemente pobreza’.

Entre los múltiples ángulos que desgrana el volumen, la escritora rescata el texto narrado por César Eduardo Galarza, que ilustra la pérdida de su tío y cómo un funcionario pidió a la familia 600 dólares a cambio de entregar el cuerpo y evitar así que fuera depositado en uno de los infames contenedores a los que iban a para los cadáveres perdidos.

Sin buscar culpables pero sí responsables, Ruiz apunta a las autoridades locales y al Gobierno central, que opina fallaron en garantizar los derechos humanos en cuanto al acceso a la salud.

Pero también achaca lo sucedido a un caldo de cultivo en el que el virus sólo puso en evidencia ‘las carencias del sistema de salud público y otros servicios que no podían atender eficientemente a la población’.

LOS SÍMBOLOS DE LA CRISIS

A lo largo de las páginas, jalonan el libro instantáneas del fotógrafo y arquitecto guayaquileño Vicho Gaibor, que mediante un ensayo visual desliza el impacto que aún deja la pesadilla o quizá ya un mal sueño, o una ensoñación que no retrata ni cadáveres en el suelo, ni colas, ni desesperación, sino vacío existencial.

Hubo, según apunta Ruiz, problemas de acceso a la información, falta de medicamentos para atenuar problemas respiratorios, colapso en hospitales públicos y filas de días enteros esperando respuestas.

‘Los que sufrían otras enfermedades empeoraban, había desatención de estos enfermos y cadáveres descomponiéndose en casa’, rememora la autora sobre aquella ayuda que no llegaba.

Su libro deja de ser una ficción para convertirse en una suerte de post-realidad en momentos en los que sigue vigente la pandemia, que en Ecuador deja hasta ahora 176.000 contagios y unos 13.000 fallecidos.

‘Para quienes lograron sobrevivir se siente como haber atravesado una guerra’, y como toda guerra tiene sus símbolos: ‘En medio de una calzada de un barrio guayaquileño, una cruz representa a todos los que se perdieron en esos días en una sola calle’. EFE

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