Con Ángel Morales (1894-1959), plenipotenciario en Washington del presidente Vásquez y candidato vicepresidencial de la Alianza Nacional Progresista en 1930, “figura paradigmática” del exilio, mantuvo fluida comunicación. Recopilada por Bernardo Vega en su valiosa obra Correspondencia de Ángel Morales y Sumner Welles (AGN, 2013).

Ante la imposición de la candidatura Trujillo-Estrella Ureña el 16 de mayo de 1930 y el retiro del ticket Velázquez-Morales de la Alianza Nacional-Progresista, alegándose violencia e intervención del Ejército, Welles le comunicó su parecer a Morales el 25 de junio, ya exilado éste en Puerto Rico junto a Horacio.

“Creo que sería útil si yo describiera la situación dominicana tal y como en mi opinión, este Gobierno la vería si, personalmente, estuviese en el Departamento de Estado en el momento actual. Esta descripción de ninguna forma es una descripción de los puntos de vista del Departamento, ya que como sabes no tengo autoridad para hablar a nombre del Departamento, pero es simplemente una expresión de mis propios puntos de vista y una indicación de lo que creo debería ser la política de este Gobierno con relación a Santo Domingo.

“En lo que concierne a los otros países del mundo, incluyendo a los Estados Unidos, las elecciones presidenciales tuvieron lugar en Santo Domingo el 16 de mayo y un partido rehusó ir a las urnas. Posteriormente la Junta Central Electoral proclamó que estas elecciones eran válidas y que Trujillo y Estrella Ureña habían sido elegidos Presidente y Vicepresidente; el Congreso dominicano, de acuerdo con los términos de la Constitución dominicana, proclamó que Trujillo y Estrella Ureña de hecho habían sido elegidos y, según la Constitución, esos candidatos asumirán el poder el próximo 16 de agosto. En consecuencia, en lo que concierne a la actitud de gobiernos extranjeros, no hay razón aparente por la cual estos candidatos no deban ser reconocidos, tras su juramentación, como administradores constitucionales de la República.

“La actual administración de Estados Unidos ha hecho evidente, desde que el Sr. Hoover fue elegido Presidente, que deseaba iniciar una nueva política con relación a América Latina y que uno de los aspectos más importantes de esa nueva política sería la cesación de la intervención en los asuntos internos de otras repúblicas americanas, fuese esa intromisión diplomática, militar, oficial o no oficial. Hasta el momento actual, a no ser que el Gobierno de los Estados Unidos intervenga en asuntos domésticos de la República Dominicana al grado de hacer una investigación oficial sobre la validez o no de las elecciones del 16 de mayo, no hay razón oficial por la cual deba rehusar reconocer a la administración de Trujillo y Estrella Ureña como el Gobierno Constitucional de la República, después de la juramentación.

“Es cierto que ha sido informado por sus representantes diplomáticos en Santo Domingo que el Partido la Alianza ha apelado ante la Corte de Apelación de Santo Domingo para que se declare ilegales las elecciones del 16 de mayo, bajo la premisa de que no se cumplió con la ley electoral; que el Presidente provisional (Lic. Jacinto Peynado) que estaba en el poder en ese momento no tenía la base constitucional para ejercer ese cargo; que la Junta Central Electoral fue nombrada por un decreto del Ejecutivo y no elegida por el Congreso tal y como prevén la Constitución y las leyes y que los actos de violencia, fraude e intimidación que tuvieron lugar, fueron tales que hacían imposible que tuvieran lugar elecciones de cualquier tipo.

“El Departamento de Estado también ha sido informado que la Corte de Apelación, en forma unánime, dio una opinión manteniendo que las elecciones fueron ilegales y no válidas, por las razones antes mencionadas y que a la Corte se le imposibilitó leer públicamente su veredicto, dado el uso de la violencia y la intimidación por parte de emisarios de la actual administración de Santo Domingo y, en consecuencia, hacer valer su opinión. Esto, sin embargo, como podrás entender, no es necesariamente una razón oficial para el no reconocimiento. Legalmente, la opinión de la Corte nunca ha sido pronunciada y, consecuentemente, no puede, oficialmente, ser llevada a la atención de este Gobierno.

“Si solamente fuera posible obtener una lectura pública de ese veredicto de los jueces de la Corte, habría, en mi opinión, una razón oficial, de suficiente importancia, como para hacer que este Gobierno dudara, antes de darle el reconocimiento al Gobierno de Trujillo y Estrella Ureña, en caso de que éstos se juramentaran. El hecho es, sin embargo, que los jueces de la Corte de Apelación nunca se han atrevido a pronunciar su veredicto y esto debilita inmensamente la posición de la Alianza, en cuanto a la actitud de gobiernos extranjeros se refiere.

“Urgí al Sr. Bencosme (Sergio, asesinado en NYC en 1935, al confundir el sicario el objetivo, que era Ángel Morales) que se pusiera en contacto contigo y con sus colegas de la Alianza para ver si todavía era o no posible forzar a los jueces de la Corte a validar su veredicto según las leyes dominicanas. Me dijo, sin embargo, que eso era totalmente imposible y que los jueces de la Corte de Apelación nunca se atreverían a tomar esa acción ya que creían que sus vidas estarían en peligro si efectuaban un acto público de la Corte donde leyeran su veredicto. Si este es en tu opinión el caso, yo, personalmente, si estuviera en el Departamento de Estado, titubearía mucho antes de sugerir que este Gobierno rehúse reconocer al nuevo Gobierno de Santo Domingo, debido a las razones antes señaladas.

“Después de tus años de residencia aquí y tu conocimiento de asuntos norteamericanos te darás cuenta que la opinión pública en los Estados Unidos no puede entender el hecho de que las cortes en Santo Domingo no puedan funcionar bajo las condiciones actuales y que es posible el tipo de intimidación que allí ha tenido lugar. Consecuentemente, dudo que la opinión pública de aquí apoye al Gobierno si rehusara reconocer al nuevo Gobierno de Santo Domingo, a no ser que la Corte haya tenido legalmente la capacidad de pronunciar la nulidad de las elecciones.

“Tengo que confesar, con franqueza, que a no ser que este Gobierno rehúse reconocer al nuevo Gobierno, no veo una solución a la presente situación excepto a través de una revolución triunfante. Después de nuestras muchas conversaciones sobre asuntos dominicanos, tú debes entender lo difícil que es para mí expresar una opinión como esta. De hecho, no expresaría esa opinión por más ilegales que fueran las elecciones del 16 de mayo, si pensara que existiera cualquier esperanza de estabilidad bajo un Gobierno de Trujillo, o si pensara que hubiera dominicanos asociados con Trujillo que poseyeran algunas de las cualidades requeridas para darle al pueblo dominicano un gobierno progresista, honesto y liberal.

“Como son las cosas, no creo que en toda la historia de la República ha habido una situación tan claramente definida como lo es este caso. Toda persona de integridad y habilidad, todo verdadero patriota, parece que se opone a Trujillo y solamente aquellos individuos que son notorios por su corrupción y su incapacidad, parecen apoyarlo. El Sr. White (a cargo de América Latina en el Departamento) considera que cualquier solución es mejor que la revolución y, en principio, yo estoy de acuerdo con él.

“Por el otro lado, personalmente considero que si Trujillo toma posesión, indudablemente surgirá la revolución y ésta eventualmente tendrá éxito y, si ese es el caso, a mí me parece mejor que la revolución venga antes, en vez de después. Sin embargo, no hay nada más fatal para el futuro de Santo Domingo, que una revolución que fracase y si se decide que debe de haber una revolución, espero que no se tomen medidas hacia ese fin, hasta que los líderes tengan la confianza de que esa revolución será exitosa.

“Tú conoces, sin embargo, la ruina, tanto en términos políticos como económicos, que necesariamente implicaría una revolución y te imploro, de la forma más fuerte posible, que se aseguren que se hagan los esfuerzos para persuadir a la Corte para hacer válida su opinión concerniente a las elecciones, antes que se decida definitivamente una revolución. Si esto último se puede lograr, la opinión pública, tanto en Santo Domingo como en los países extranjeros, indudablemente favorecerá más fuertemente a los miembros de tu partido, que si una revolución tuviese lugar.

“Lo que he escrito más arriba realmente está dedicado a tu propia consideración personal y no para la consideración de tus amigos políticos que están contigo en San Juan (de Puerto Rico). Estás muy consciente, por supuesto, que mis simpatías están contigo en esta causa, ya que creo que es una disyuntiva entre prosperidad y desarrollo para Santo Domingo y la ruina y el caos. Pero creo que puedo ser de más servicio, si mi persona se mantiene lo más posible en reserva y quisiera recordarte que muchos de tus amigos políticos tienden a hablar con mucha libertad con relación a asuntos confidenciales y preferiría pensar que lo que escribo es para que sea mantenido por ti totalmente confidencial.”

Pronto Washington pasó la página y reconoció a Trujillo. El 3 de septiembre San Zenón arrasó Santo Domingo y trajo al coronel Thomas Watson. El tenaz Morales, prospecto presidencial apoyado por Welles, moriría en el exilio.

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