El tema del matrimonio infantil sacudió en dos días la opinión pública como pocas veces lo habían logrado las campañas institucionales y de los organismos internacionales que llevan años gritando sobre el tema.

La unión, no necesariamente legalizada, de niñas y adolescentes es un drama que ocurre a la vista de todos y que lamentablemente se acepta en diferentes estratos y por diferentes razones. Se ha llevado a juicio a algún legislador por mantener relaciones con menores y se ha aceptado en otros estratos con resignación como una salida a la pobreza.

Las niñas “casadas” interrumpen su educación y alimentan el círculo de la pobreza, yendo a menudo de unión en unión. Los embarazos adolescentes, la deserción escolar, el maltrato y la violencia intrafamiliar son algunos de los tristes acompañamientos que tienen esas uniones.

La sociedad ha despertado. Es inadmisible que niñas de doce y trece años mantengan relaciones de concubinato con adultos. No es un resabio cultural, ni puede admitirse como una salida familiar a la pobreza. Es una tragedia a la que hay que ponerle un final.

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