Luces y sombras de Aretha Franklin, la reina del soul

“Cuando Aretha se mira en el espejo ve a una mujer diferente a la que percibimos las demás”, decía su hermana Erma sobre la reina del soul, y quizá por eso aquella autobiografía que la diva de la música publicó en 1999 – ‘Aretha: From These Roots’- resultó un tanto edulcorada, obviando los aspectos más duros de su trayectoria vital y profesional.

David Ritz, el periodista escribió de aquellas memorias, pone el contrapunto con una biografía que Aretha no autorizó y llegó a tildar de “basurilla inmunda”, para la que cuenta con el testimonio del círculo familiar de la artista y de muchos de los colaboradores de la diva a lo largo de su carrera.

“De no haber escrito su libro, no me habría atrevido con el mío. Considero que este segundo libro es un complemento del primero”, apunta Ritz, que cuenta que le llevó más de cinco años de entrevistas con la artista elaborar aquellas primeras memorias.

Publicada originalmente en 2014 bajo el título ‘Respect: The Life of Aretha Franklin’, la completa biografía de la artista acaba de ser publicada en español por la editorial Libros del Kultrum como ‘Aretha Franklin: Apología y martirologio de la reina del soul. Del escriba de sus memorias, la biografía desautorizada’, con traducción y edición a cargo de Manuel de la Fuente.

Un profundo recorrido por los altibajos de la vida y carrera de la reina del soul, con el que David Ritz firma la biografía definitiva de la mujer más importante de la música y la cultura popular estadounidense, una artista que siempre encontró la manera de sobreponerse a las adversidades y resurgir de las cenizas para mantenerse durante medio siglo como indiscutible reina del soul.

Unánimente alabada por su portentosa voz y por sus increíbles dotes musicales, en la biografía no faltan las críticas que la señalan como una persona volátil, insegura, caprichosa e impredecible, además de competitiva en exceso y temerosa de perder su trono en la música, aunque al mismo tiempo es retratada como una mujer cariñosa y extremadamente generosa, capaz de superar sus momentos más traumáticos refugiándose en la música, además de tener una profunda conciencia social.

No en vano, Franklin, de fuertes convicciones progresistas y siempre ligada al Partido Demócrata estadounidense, fue una de las voces y caras más visibles del movimiento por los Derechos Civiles en los años 60, cercana a Martin Luther King Jr., y su versión del tema ‘Respect’, de Marvin Gaye, fue el himno definitivo para la lucha racial y para otros movimientos sociales, como el feminismo.

Un canto de liberación con el que Franklin consiguió en 1967, por fin, el éxito que tanto anhelaba y que se convertiría en el tema emblema de su carrera. “ ‘Respect’ surgió como una canción de soul y pasó a ser un himno nacional”, resume en estas memorias Jerry Wexler, su productor en Atlantic Records.

De la iglesia al estrellato

Tercera de los cuatro hijos del reverendo C.L. Franklin y de Barbara Siggers, Aretha Louis Franklin nació el 25 de marzo de 1942 en Memphis, aunque dos años más tarde la familia se trasladó a Búfalo y, en 1946, a la ciudad de Detroit, donde su padre se puso al frente de la iglesia baptista New Bethel, la misma en la que Aretha cantó sola por primera vez con diez años, el mismo año que falleció su madre.

Aretha siempre obvió los detalles sobre sus primeros años que Ritz cuenta con detalle: los hijos que sus progenitores habían tenido con otras parejas, el abandono de su madre y su fallecimiento cuando la cantante apenas era una niña, su búsqueda del amor materno ante la ausencia de esa figura o los dos embarazos en la adolescencia, justo cuando empezaba a destacar en las ceremonias góspel y en giras con su padre.

Fue él, la “voz del millón de dólares”, obsesionado con el triunfo de su hija en la música, quien introdujo a Aretha en el ambiente cultural de Detroit, con continuas fiestas en su casa en las que la artista se destapó como una virtuosa del piano y de la canción ante los más ilustres nombres del blues, el jazz y el góspel y, por supuesto, en la industria discográfica.

En 1960, Aretha ficha por Columbia Records, por aquel entonces la compañía más grande e importante del mundo, con la que, a pesar de grabar ocho discos en cinco años, no consiguió éxito comercial, aunque sí el reconocimiento de la crítica.

Ante las suspicacias de parte del público de que una cantante de góspel se pasara al blues, la artista publicó un artículo en el que justificaba que “pasar del góspel al jazz no es faltarle el respeto a Dios”, y afirmaba que “el blues es el testimonio musical de los tiempos de esclavitud de mi pueblo”.

En aquella época conoció y se casó con Ted White, hombre que acabaría guiando su carrera y a la vez se convertiría en el mayor de sus problemas, en un matrimonio marcado por los malos tratos sufridos por la artista en una relación que Etta James compara con la que mantuvieron Ike y Tina Turner.

Con White tuvo a su tercer hijo a los 20 años, y fue él quien se empeñó en que Aretha Franklin ocupara el trono del soul tras el fallecimiento de Dinah Washington en 1963. Sin embargo, la invasión británica encabezada por The Beatles y la eclosión de la Motown retrasaría su coronación como la mejor del soul, que llegaría tras sus primeros éxitos con su nuevo sello discográfico, Atlantic Records.

Coincidiendo con momentos históricos clave en los Estados Unidos, Aretha Franklin vivió sus años dorados -a pesar de sus problemas con la bebida, como señala la que fuera su agente, Ruth Bowen- : se estrenó con el éxito de ‘Do Right Woman, Do Right Man’ y ‘I never loved a man (the way I love you) y su ascenso fue meteórico con canciones como ‘Respect’ y ‘Dr. Feelgood’.

Si 1967 fue el año de su “éxito sideral”, en 1968 se convirtió en la artista más importante de su país en el año de otros de sus grandes éxitos, ‘Think’, y del disco ‘Lady Soul’. La artista cantó en el funeral de Martin Luther King Jr y fue portada de la revista ‘Time’. En 1970 tuvo a su cuarto hijo, fruto de su relación con Ken Cunningham.

Celebrado como el mejor disco de su carrera, Aretha regresó a sus orígenes con ‘Amazing Grace’, un álbum grabado en directo en la iglesia baptista New Temple de Los Ángeles y que es todavía el más vendido de la historia del género y el de más repercusión de la cantante. En palabras del productor Jerry Wexler, constituye para la música religiosa lo mismo que la Capilla Sixtina de Miguel Ángel para el arte religioso”.

Una autentica diva de la música

En los 80, de la mano de Clive Davis en la discográfica Arista Records, se convirtió en una auténtica diva de la música y retomaría la senda del éxito comercial adaptándose a los nuevos gustos musicales, algo que marcaría su carrera hasta el final, siempre con el afán de mantenerse en la cima.

Sus duetos y colaboraciones con grandes nombres del pop marcaron su carrera desde finales de los años 80, una época en la que, a pesar de la escasez de grandes éxitos comerciales como los de su época dorada, continuó siendo venerada como la gran diva de la música estadounidense.

Recibió el Grammy a todas su carrera, fue la primera mujer en entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll y la revista ‘Rolling Stone’ la eligió como la mejor cantante de rock de todos los tiempos, por delante de mitos como Ray Charles, Elvis Presley o Sam Cooke.

Un año antes de enfermar de cáncer de páncreas, formó parte de otro momento histórico para la comunidad afroamericana al cantar en la toma de posesión de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos.

David Ritz define a “la reina” como “la última superviviente, un símbolo de fortaleza que combate los achaques físicos y la depresión”. Aretha, siempre celosa de su intimidad y como cada vez que venían mal dadas, nunca quiso reconocer la gravedad de su estado de salud.

Falleció el 16 de agosto de 2018 dejando un legado imborrable.

Por Miriam Soto.

EFE/REPORTAJES

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