En esta época de pandemia mucha gente de edad ya madura, pletórica de lozanía en su actitud mental, ha encontrado un cauce para dar salida a las tensiones cotidianas y rienda suelta a la imaginación por medio del placer de escribir a sus viejas amistades.

A continuación, cito el reciente intercambio por correo electrónico entre dos amigas, compañeras sentimentales de dos de los estudiantes de la época. Ellos estudiaban medicina y yo economía en la Universidad Complutense de Madrid, España (los nombres son ficticios). El diálogo dice así:

—“Querida Navalia: Son buenos los días en Georgia (Ednita vive allí), pues ya comenzaron a contar los votos a mano uno a uno para demostrar una vez más a Trump que perdió aquí, que era su bastión. Tú eres muy descriptiva, deberías dedicarte a escribir y aprovechar tu confinamiento. Aquí todo bien. Cuando vaya a Santo Domingo iré a Viralata (restaurante) para comprobar tus puntos de vista. Saludos a Engel. Ednita”.

Y Navalia le responde:

—“Gracias amiga Ednita, ¿pero cómo voy a aprovechar el confinamiento si tengo que barrer, trapear, limpiar e inventar qué voy a cocinar. Engel (reputado galeno, aún en ejercicio de la profesión) llega como a las 2 pm, comemos, y luego hacemos un receso para ver los programas que más o menos nos gustan: Saber y Ganar, Servir y Proteger, Acacias 38 y El Cazador. Todos en TVE.

Ahí hacemos otro receso para iniciar el juego entre Dos Titanes, ya sea Burraco (cartas) o Rummy Kue (fichas), y después nos separamos: yo al dormitorio a ver CNN con Cooper, Cuomo y Lemon, para enterarme de todos los circos de Trump. Y Engel se queda en la sala, cambiando canales como loco, hasta que lo venza el sueño. Por fin llega la hora de acostarnos y la oportunidad de la última pelea del día, ya que quiero el cuarto fríiiiiio con el aire, y él “del tiempo”, ¡con su calorcito o calorazo!

¿Cómo te cae mi itinerario cotidiano en tiempos de aislamiento? En vista de que hace un año no tengo carro, Engel es el que casi siempre va al super y ahí hay otra oportunidad de pelea porque casi siempre trae algo que no es, ya que, como él dice, “yo no puedo registrar la marca del queso, jugo, etc. que tú quieres”, y conste que lo lleva apuntado, pero sospecho que coge el artículo de al lado o el que está más cerca, y cuidado si le pido que le pregunte a alguien pues parece que eso es sólo cosa de mujeres.

Cualquiera diría que es una vida muy entretenida, parecida al programa de TV de mis tiempos –I Love Lucy–. Pero, como decíamos entonces: “I’ve Got News For You”. Cariños, Navalia, La Malincosa.

PD. Estoy convencida de que dedicarse a escribir requiere mucho tiempo, dedicación y tranquilidad. Tres cosas que yo no tengo. Pero, sí tengo amigos, como Eduardo, que escribe todos los martes en Diario Libre, y lo puede confirmar, sobretodo cuando se aparta, junto a “Abimbaíto”, a su casa de montaña en Constanza, acompañado de los tres requisitos básicos y se permite el lujo de darle rienda suelta a su imaginación y a la pluma.

Además, lo primero que tengo que hacer es cambiar la computadora que nos regaló mi prima Yoly hace como unos 25 años, la cual brinca de una línea a otra, imitando el estado nervioso de su dueña. Además, tengo la sospecha de que la compu se ha contagiado de un tremendo virus que le hace competencia al Covid. Pero, la Malincosa sigue dándole a las teclas, aunque esté consciente de que sólo los amigos que la quieren mucho continúan leyendo sus descriptivos correos. Chao.

PD. Lo segundo que tengo que hacer es internarme en una Universidad de la Cuarta Edad para aprender todas esas tecnologías digitales y, de paso, internarme en otra institución para que me ayuden a cambiar lo que pienso sobre la nueva forma de vida en este mundo tan tecnológico y distinto al que conocíamos. En aquellos tiempos lejanos apreciábamos y compartíamos las cosas bellas y sencillas de la vida, sobretodo la verdadera amistad. Cariños, La Malincosa”.

El Covid lo ha trastornado todo, pero queda un sustrato que emerge cuando la humanidad siente que el reto es tan grande que amenaza la sobrevivencia. El instinto lleva a desarrollar aptitudes que no sabíamos que poseíamos. La Malincosa ha descubierto que tiene sentido del humor y madera para la narrativa.

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