Canó agrega otro asterisco y se perderá una fortuna

Era el 5 de mayo de 2018, en Seattle, cuando Albert Pujols bateó el hit 3,000 de su carrera y los 36,977 aficionados en el Safeco Field les rindieron una prolongada ovación, que impresionó tanto al segunda base de los Marineros como para ilusionarse con la hazaña en el próximo lustro.

Robinson Canó que a los 34 años ya coleccionaba entonces 2,409 imparables, de ellos 519 dobles, 304 cuadrangulares, con una línea ofensiva de .305/.354/.494 y 64.4 victorias sobre jugador reemplazo. Un expediente perfecto para terminar en Cooperstown, adornado con ocho Juegos de Estrellas, cinco Bates de Plata y dos Guantes de Oro y que lo colocaba en más de una estadística por encima de mitos de la posición, como Joe Morgan, Roberto Alomar y Ryne Sandberg.

Pero 10 días más tarde el petromacorisano, héroe del Clásico Mundial de Béisbol en 2013, dejó boquiabierto al mundo del béisbol y comprometió su legado al conocerse que en su orina se encontró Furosemide, sustancia prohibida porque actúa como agente enmascarador de esteroides.

Si en ese entonces Canó se disparó un tiro en un pie en ese maratón que completan los inmortales, la noticia conocida ayer embarra con tinta china su nombre, lo convierte en persona tóxica dentro del béisbol, una disciplina que ha impactado su vida desde que se formó en el vientre de su madre.

Nacido en la cuna del béisbol dominicano, hijo de un pelotero que llegó a la Gran Carpa (José) y nombrado en honor al primer negro que jugó en la MLB, la vida de Robbie ha girado en torno al pasatiempo nacional de los Estados Unidos.

Encontrarse en su organismo Stanozolol le ha ocasionado una suspensión por 162 partidos (todo 2021) en lo deportivo y aleja las opciones de alcanzar los 3,000 hits (tiene 2,624). Pierde los US$24 millones que los Mets tendrían que pagarle y queda al borde de ser expulsado de por vida si vuelve a fallar en otra prueba cuando pueda reintegrarse, en 2022.

En lo adelante su gran carrera será acompañada de enormes asteriscos, como ocurre con Manny Ramírez, uno de los mejores bateadores derechos de la historia. Gary Sheffield, Sammy Sosa y Barry Bonds nunca fallaron a pruebas de dopaje, pero la enorme sospecha que generan los mantiene alejados del templo de los inmortales. Canó ya perdió US$11,741,935 por la suspensión de 2018 y este año por el recorte de la campaña a causa del COVID-19 dejó de cobrar US$15,120,000 por el reajuste que se aplicó en la liga.

Cuando esté nueva vez habilitado para jugar tendrá 39 años y quedará pendiente por cobrar los últimos US$48 millones del pacto de una década por US$240 MM que firmó con los Marineros tras la campaña 2013.

Canó se convierte así en el sexto dominicano suspendido más de una vez por el programa de dopaje y sustancias controladas, instaurado en Grandes Ligas a partir de la temporada 2005. Una lista que incluye a Neifi Pérez, Manny Ramírez, Guillermo Mota, Francis Martes y Jenrry Mejía, suspendido tres veces.

En esos 16 años van 63 jugadores suspendidos mientras se encontraban en los rosters oficiales de los equipos.

De ellos, 28 son dominicanos o lo mismo que el 44.4%. Otros 28 criollos que han pasado por el Big Show en ese trayecto también fueron sancionados, pero al momento de descubrirse la violación no estaban en las nóminas activas.

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