Enfermeras españolas, testigos de la soledad del COVID-19

Para Marta Fernández, la segunda ola de la pandemia del coronavirus que golpea a España ha sido menos traumática desde el punto de vista médico que el primer brote en primavera.

Pero ver morir a sus pacientes en el hospital de Barcelona donde trabaja como enfermera, sin la visita de sus familiares o amigos, en una triste soledad forzada por la enfermedad, no es más fácil.

“Lo peor de esta pandemia es ver como los pacientes lidian en soledad con todo el proceso de la enfermedad, incluso con la muerte’, dijo Fernández. ‘Verlos morir en soledad es lo más duro de todo”.

Fernández, que trabaja en el Hospital del Mar desde hace más de 25 años, es una de las que han ayudado a los pacientes a gestionar emocionalmente el aislamiento de estar internado con COVID-19.

El virus reduce su mundo a la sala de un hospital y, en ausencia de sus seres queridos, están profundamente agradecidos por la atención de las enfermeras.

Fernández sostiene una tablet sobre el pecho de María Teresa Argullos Bove, de 94 años, para que pueda hablar con su hermana, sus hijos y sus nietos desde su cama en el hospital.

Uno de sus familiares le pregunta cuando va a regresar a casa. “Aún no puedo salir”, respondió Argullos, añadiendo “pero pronto, pronto” mientras lanzaba besos hacia la pantalla.

Ana Aguilar, una asistente de enfermería de 20 años, le preguntó a una de sus pacientes, una mujer en sus últimos días de vida, si había algo que pudiese hacer por ella. La paciente le contó que quería comer salmorejo, una tradicional sopa de tomate.

Aguilar la preparó en su casa y se la llevó al hospital. “Rico, rico, rico”, cuenta que decía después de cada cucharada.

Elisa Martínez Sedano, de 71 años, apuntó que tras pasar tres semanas en el hospital, estaba “eternamente agradecida” a las enfermeras.

“Porque además aquí no tienes a tu familia, solo están ellos, son los que te cuidan’, afirmó.

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