La ineficacia de la política monetaria

Al presentarse la pandemia del COVID-19 y consecuente crisis económica, el Estado contaba con tres grandes áreas de política para tratar de neutralizarla y combatir efectos:

La derivada del poder coercitivo del Estado, reflejada en instrumentos legales y órganos ejecutivos y represivos para hacerlos cumplir. Confieso que, conociendo la ancestral debilidad del Estado Dominicano, su comportamiento ha resultado mejor de lo que esperaba en una situación tan crítica (hospitales, policía, militares, e incluso la misma ciudadanía)

La política fiscal, la cual está limitada por la capacidad financiera y que, si ha podido utilizarse en alguna medida, ha sido al costo de un brutal endeudamiento.

La monetaria, la cual casi no tiene límites, excepto por el riesgo inflacionario. Esta sí fue ampliamente utilizada, pues en un contexto de semiparalización del aparato productivo, el riesgo de inflación era prácticamente nulo. Si bien después han subido algunos precios, se han debido a otros factores distintos a la expansión monetaria y, aun así, la inflación está lejos de ser el principal de los problemas que aquejan a los hogares dominicanos.

Pero en situaciones como la que vivimos, la política monetaria resulta muy poco eficaz. En nuestro artículo publicado al iniciarse la crisis, el 24 de marzo pasado, sostenía: “Poco se gana con que los bancos tengan mucha liquidez y baja tasa de interés si temen prestárselo a empresas que no encuentran a quién venderle, o si la propia empresa no lo toma por temor a perderlo”. Bueno, pues así ha resultado en la práctica.

El Banco Central ha puesto una gran masa de dinero barato en manos de los bancos, utilizando todos los medios a su alcance, con tal de que vuelvan a crecer los sectores productivos. Pero no ha servido de mucho, pese a la profusa propaganda desplegada por el BC para convencer de lo contrario.

Ni las tasas de interés han bajado mucho para las empresas, ni la cartera de créditos al sector privado se ha incrementado. La tasa promedio ponderada estaba en 11.9% en noviembre del 2019, y actualmente en 10%, una caída casi imperceptible. En contraste, la tasa pasiva media, la que se paga a los depositantes, ha bajado de 6.3% a 3.3% en el mismo período pues, claro, para qué pagar mucho teniendo tanto dinero barato por otro lado? En resumen, lo que se ha elevado es el margen de intermediación bancaria.

A su vez, este año los préstamos bancarios al sector privado apenas han aumentado en 4.5% (el año anterior habían aumentado en 10.9%). Entonces, ¿qué han hecho los bancos con tanto dinero barato? Por un lado, se han aprovisionado de dólares, y por otro, se lo han vuelto a prestar al propio Banco Central y al Gobierno por vía de la compra de bonos. Evidentemente, a tasas de interés mucho más elevadas. Un negocio redondo, pero ineficaz para reactivar sectores productivos.

Con todos los dólares que el BC ha puesto en el mercado, fruto de los bonos y préstamos tomados por el Gobierno, los activos de la banca en moneda extranjera se han incrementado en US$1,936 millones, en tanto que sus pasivos en igual moneda se redujeron en 957 millones, lo que indica que su posición neta en divisas mejoró en cerca de tres mil millones. A su vez, mientras la cartera de préstamos al sector privado aumentó en 4.5%, las inversiones en valores se han elevado en 55%.

Ya sabemos que había que proteger de la crisis el negocio bancario, a fin de viabilizar que esté preparado para apoyar la reactivación cuando pase la pandemia. Pero, ¿por qué tenía que ser el sector financiero el único cuyos ingresos serían protegidos por el Estado? ¿No hubiera sido mejor poner más dinero en manos de los agricultores, los obreros, los chiriperos, los choferes, dueños de salones y talleres?

En definitiva, el compromiso fundamental del Estado debe ser siempre con los más débiles. Pero fuera de criterios de justicia, quién sabe si un derrame de abajo hacia arriba, protegía mejor a los bancos. Con dinero directamente en manos de los consumidores, indirectamente se está protegiendo a los pequeños negocios y, por esa vía, a las grandes tiendas, a la industria, ganadería, todo lo cual termina protegiendo la solvencia de los bancos.

Para ello se requería que el fisco estuviera preparado, porque ahí la política monetaria no funciona. Tanto luchar por un Pacto Fiscal en el contexto adecuado, cuando la economía crecía, para que esto no ocurriera.

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