Algo tan tonto como ver llover en el trópico en el mes de noviembre, es una punzada en el estómago de Luz Marina. Desde hace dos semanas, esta abuela de 75 años ha empalmado todas las variantes posibles de llover sin parar: borrasca, ciclón, tormenta, depresión tropical… Pero cuando cae la noche, dice llevándose las manos a la cabeza como queriéndose arrancar los pelos, llega el peor momento. Son las horas en las que da vueltas sobre la colchoneta escuchando el agua mientras se forman charcos color chocolate a sus pies. Ha perdido todo lo que tenía y lleva dos semanas durmiendo sobre el barrizal en un colchón prestado en la colonia Jerusalen, en San Pedro Sula (Honduras), donde se come en silencio sus ataques de pánico. Después de todo eso, que el cielo, al que todos los días Luz Marina Reyes dedica puntualmente varias horas de oraciones, siga arrojando agua, es un acto cruel.

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