Las consecuencias de la pandemia han invadido todos los sectores de la vida pública. También en la Justicia se ha dejado notar, primero con la suspensión de las audiencias y más tarde con la puesta en marcha de las audiencias virtuales.

El camino que se debió haber recorrido en cinco años se ha implantado en cinco meses. Así ha ocurrido en otros sectores donde el teletrabajo se venía estudiando como una posibilidad remota… y es ya una realidad insoslayable. La tecnología ha llegado a la Justicia de una manera inimaginable hace un par de años. Se automatizan procesos, requerimientos, se ahorran desplazamientos, tasas, retrasos y expedientes “perdidos”…

Pero no se trata sólo de sistemas y plataformas. Estas revolucionan los flujos de trabajo, el perfil de los actores y las destrezas de los trabajadores de un sistema, el judicial, que precisa de profundas reformas. Estas ya han empezado y la pandemia les ha dado un fuerte impulso con resultados notables.

El futuro de la Justicia pasa por pensar qué necesitamos para reformarla. La tecnología es el primer paso.

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