Y los nacionalistas se enfadaron

Al canciller haitiano no le picó ninguna mosca, pero en Palacio le dijeron -con delicadeza diplomática- que no hablara tanto.

Con su incontinencia calentó la pista, ya que al exigir cambio en la narrativa, provocó la ira de los nacionalistas.

El viaje fue muy tomado por las hojas, como el rábano, pues todavía no está claro el carácter, si es oficial u oficioso.

Los primeros intercambios no fueron con autoridades nacionales, sino con la comunidad haitiana. Uno de sus propósitos fue ganar simpatías a la nueva constitución.

Hablar con su gente fue oír quejas, escuchar disgustos, pues, contrario a lo que se cree, aquí se les hace más caso que allá.

Ahora creen haber resuelto el problema de los pasaportes. La solución sería imprimirlos aquí y no en Washington, ganando tiempo, ya que los retrasos van de seis meses a un año.

Otro inconveniente sería el ingreso legal, ya que además del importe de la visa y el permiso de migración, habría un cobro indebido, alegándose restricciones por pandemia.

Los encuentros fueron relevantes y llenaron las expectativas, por lo menos de momento. Después (¿quién sabe?) podrían constituirse en una burla más.

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