La lucha contra la corrupción no es difícil, pero sí compleja. Además del hecho material, están los elementos que procrean impunidad.

Ahora sucede que todo el mundo sabía que los hermanos y los cuñados eran pulpos y calamares, pero no se ocupaba de consumirlos a la brasa o en su tinta.

Los muy enterados -conocidos charlatanes de feria- andan ufanos y petulantes aportando datos que no están en los expedientes ni en las denuncias.

Entonces eran los hermanos y los cuñados y ese todo el mundo quería tenerlos cerca o sentados a la mesa o recoger las migajas que dejaban caer.

Ahora, cuando llega la desgracia como una pandemia, ese todo el mundo replica el oficio de Pedro y niega esa cercanía y ese estar juntos.

Esa es la impunidad: hacerse el loco, el sueco, o a quien Dios se lo dio etcétera.

Por ejemplo ¿cómo es que ahora aparecen responsables de hospitales revelando lo sabido, que los pulpos y los calamares burlaban los contratos?

Eso debió decirse en el momento de la entrega, cuando la enfermedad tenía remedio. Pero no, faltó entereza y callaron para conservar la posición.

El miedo forma parte, y la peor, de la corrupción.

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