El Licey no pudo retener ventajas y se quedó afuera

El liceísmo busca respuesta en las estadísticas a la más reciente debacle mientras se prepara para sortear una inminente alta dosis de “cuerda”, memes en redes sociales, conversaciones informales o cualquier escenario con su gran enemigo clasificado y como una seria amenaza a volver a igualar con los felinos en el número de coronas.

Si antes de cantar ¡play ball! el 15 de noviembre una nómina añil con escasez de poder en sus bates e interrogantes en figuras con respecto al resto preocupaba a su enorme afición, el brote del COVID-19 que sacó al equipo de acción por 11 días y la incapacidad del relevo de retener ventajas explican, en parte, que el club vaya a terminar en el sótano en la justa 2020-2021 dedicada a su expresidente, José Manuel Fernández.

En una liga de una ofensiva anímica el Licey tuvo problemas para fabricar carreras (con 3.2 por choque va último), para embasarse (.302 de OPB) y llegó al partido 28 con el peor diferencial de anotaciones (-17). Fue el equipo que menos imparables conectó (44) con corredores en posición de anotar y el segundo que menos hombres dejó en las bases (199), síntomas de las dificultades para pisar el home desde el lado izquierdo.

Con su dirigente Luis Sojo fuera a causa del coronavirus la mayor parte del torneo, un tercio de sus partidos (9) se definió por una carrera, una de las vitrinas donde mejor se puede evaluar la capacidad estratégica de un coach en pelota de invierno. Cinco de esos choques se perdieron y sus cerradores desperdiciaron ocho oportunidades de rescates, cuatro veces más que las Águilas y el doble que los Toros.

Es en el relevo de cierre donde apuntan el problema. La baja médica de Jairo Asencio y la incapacidad de encontrar un reemplazo efectivo pasó factura a los añiles. Asencio solo trabajó seis entradas en 7 partidos, rescató cuatro y tuvo un WHIP de 1.00.

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