La crisis llena Queens de vendedores ambulantes
Los mayoristas chinos de Brooklyn están haciendo su agosto gracias a la pandemia. De un día para otro, muchos de quienes en Nueva York perdieron su empleo por el cierre de la economía -los trabajadores más precarios, inmigrantes, buena parte sin papeles- dieron en dedicarse a la venta callejera para mantener a sus familias, y los proveedores de baratijas sacan partido. Amada Arévalo, ecuatoriana, madre sola de tres adolescentes y doméstica desempleada por el virus, invirtió sus magros ahorros en adquirir en Brooklyn la bisutería y la ropa que vende bajo las vías del metro en Jackson Heights, en el distrito de Queens, epicentro del tsunami del virus en la ciudad. Sin licencia, empujada sólo por la necesidad de alimentar a tres chavales. “No me lo pensé. Vi en la tele que la policía hacía la vista gorda, por la pandemia, me fui a Brooklyn y compré las cosas. Saco para pagar la renta, de 1.000 dólares, y la comida; los días buenos hago hasta 200 dólares, pero otros casi nada”. La mesita plegable cubierta con una tela primorosa sobre la que ofrece su mercancía no resistiría un chaparrón, y aún menos las copiosas nevadas.