En el Día de la Virgen de la Altagracia cae bien reflexionar, pero no necesariamente para que nos ampare por lo difícil de la pandemia porque ella siempre estará presente, sino para que ilumine a las autoridades nacionales por lo grave del trance para enderezar el país, en especial su economía. El pueblo tiene que permanecer tranquilo, encomendado a la Virgen, pues por desesperado que sea el momento se debe mantener la fe en la protectora, la de la gracia más alta, la que no nos desamparará. Da pena, eso sí, que por las restricciones de la pandemia los más creyentes no podrán caminar hacia Higüey para venerarla como es la tradición. Lo que conmemoramos hoy no es una fecha cualquiera, por eso no puede pasar inadvertida.

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