El éxito de la campaña promovida por la alcaldesa Carolina Mejía es incuestionable. El cambio de botellas plásticas por juguetes, de acuerdo a los datos suminisrados por el ADN, consiguió superar el millón de botellas plásticas, recogidas en diferentes barrios y sectores.

La lección, pues, está clara: se puede organizar a los munícipes de manera que el manejo de los desechos sólidos no siga siendo una pesadilla con muy malos resultados. La basura es una economía en sí misma. Así lo han entendido empresarios y ayuntamientos de todo el mundo que han logrado organizar la recogida selectiva de los residuos, algo que todavía parece lejano en nuestra realidad.

Un día fueron armas por juguetes, hoy botellas plásticas. Organizar los procesos y la educación que les precede no puede ser una montaña insalvable.

Existe una economía informal, que va desde el botellero que arrastra su triciclo por las calles y los buzos que se exponen en los vertederos a empresas establecidas. Toca ahora a los ayuntamientos organizar la recogida de una manera sostenida para que uno de sus grandes problemas, la basura, deje de serlo.

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