Los japoneses dudan del éxito de unos Juegos Olímpicos en pandemia

Mai Tarumi, una japonesa de 33 años, sueña desde hace tiempo con ser voluntaria en los Juegos Olímpicos de Tokio (23 julio-8 agosto), pero la incertidumbre generada por la pandemia del covid-19 le lleva también a ella a hacerse muchas preguntas y dudar sobre el éxito del evento.

Como otros compatriotas que esperaban con mucha ilusión formar parte de alguna manera de estos Juegos, aplazados ya de 2020 a 2021 por la pandemia, está preocupada por cómo tendrán que disputarse, quizás a puerta cerrada o sin espectadores extranjeros.

Según los organizadores, estas restricciones podrían ser necesarias para que los Juegos se disputen con total seguridad, pero Mai Tarumi teme que la gran fiesta que ha imaginado durante mucho tiempo se vea transformada en una gran decepción.

Unos Juegos Olímpicos sin espectadores «serían como cualquier otro evento deportivo» en este momento, explica la joven a la AFP delante de la instalación prevista para acoger las pruebas olímpicas de taekwondo, donde espera poder ser voluntaria.

Los responsables de Tokio-2020 contaban con 80.000 voluntarios para las fechas iniciales previstas el año pasado. El aplazamiento ha impedido a un número de ellos seguir inscritos

«El ambiente de los Juegos Olímpicos es completamente diferente, se reúne gente de todo el mundo, se organizan competiciones, hay intercambios en el plano cultural y se disfruta de la fiesta», explica.

Los responsables de Tokio-2020 contaban con 80.000 voluntarios para las fechas iniciales previstas el año pasado, pero el aplazamiento de un año ha impedido a un número de ellos seguir inscritos para estar en la capital nipona en este 2021.

Mai Tarumi tuvo la idea de presentarse como voluntaria después de una estancia en Canadá, durante los Juegos de invierno de Vancouver-2020. Tiene intención de seguir adelante con sus planes, a pesar de que no haya espectadores en las gradas.

– «Una vez en la vida» –

En una semanas se tomará una decisión sobre el número de espectadores.

El relevo de la llama olímpica por Japón debe comenzar el 25 de marzo, pero con celebraciones reducidas y consignas de distanciación física.

Alrededor de 10.000 corredores deben participar en ese relevo, entre ellos Kazuo Okano, de 62 años y profesor de karate.

La inclusión de este arte marcial en el programa olímpico de Tokio le dio ganas de participar en el relevo de la llama, explicó a la AFP.

«Incluso sin público, será un sueño (participar en el relevo de la llama). Eso ocurre una vez en la vida», afirma.

Para Yoshiko Tanaka, de 56 años, el éxito de los Juegos Olímpicos dependerá de si pueden contar o no con espectadores. Ella y su familia tienen cuatro entradas para la competición de judo, conseguidas en un sorteo tras haber hecho una solicitud para una treintena de pruebas diferentes.

Pero esta espectadora teme ahora que la experiencia no esté a la altura de sus grandes recuerdos de los Juegos de invierno de 1998 en Nagano (centro de Japón), donde pudo asistir a pruebas de patinaje de velocidad.

– ¿Aplazamiento o cancelación? –

«Me impactó el número de personas presentes» en Nagano, recuerda Tanaka, que subraya el «impresionante silencio» antes de la salida de las carreras y luego el clamor las masas una vez cruzada la meta, para generar un ambiente «increíble».

Teme ahora que Tokio sufra unos Juegos Olímpicos tristes si tienen que disputarse a puerta cerrada: «Incluso en el estadio sería un poco como ver el evento por televisión. Sin público, el silencio es total, no hay ánimos, ni nada… Me cuesta de verdad imaginar cómo serían los Juegos Olímpicos en esas condiciones».

Como la voluntaria Mai Tarumi, Yoshiko Tanaka preferiría que los Juegos fueran aplazados de nuevo un año, o incluso reprogramados para 2024. Pero dice que comprendería igualmente si el evento termina siendo cancelado definitivamente, una opción que continúa siendo descartada categóricamente por los organizadores.

Si los Juegos se disputan mientras que las infecciones al covid-19 siguen teniendo número altos, Mai Tarumi cree que el mensaje olímpico de esperanza e igualdad podría volverse en contra de los organizadores.

Pero si el evento se mantiene en un contexto sanitario tan difícil como el actual, «organizar los Juegos podría hacer pensar que nos da igual la situación», advierte.

«Creo que el mundo vería eso con desprecio», teme.

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