Rafael Correa, el expresidente que aún decide en Ecuador

Rafael Correa, expresidente de Ecuador, en una imagen de archivo.Mario Guzmán / EFE

Ecuador llevaba dos días en vilo por el resultado de las elecciones. El margen entre el primer y el segundo candidato era amplio, pero insuficiente para otorgar a Lenín Moreno una victoria en primera vuelta. Los retrasos en la entrega de las papeletas de los territorios rurales dispararon la tensión en un país ya muy dividido. El miércoles 22 de febrero de 2017, más de 60 horas después del cierre de las urnas, el presidente saliente, Rafael Correa, convocó a la prensa internacional en el Palacio de Carondelet de Quito, sede del Gobierno. Esa mañana el mandatario, que estuvo una década en el poder, anunció que planeaba mudarse a Bélgica, el país de su esposa, pero aseguró que si en segunda vuelta ganaba la oposición tendría que regresar para “estar en el momento histórico que se requiere”.

Correa dejaba la presidencia y esas elecciones se habían convertido en un plebiscito sobre su legado. En el desempate de abril ganó finalmente Moreno, su candidato y exvicepresidente, estrecho colaborador desde los comienzos de la llamada revolución ciudadana, su proyecto político. Ese triunfo, sin embargo, tuvo para el expresidente un efecto bumerán, peor que una victoria de la oposición. En los comicios de este domingo la figura de Correa mantiene un enorme simbolismo y el aspirante al que apadrina desde Bruselas, Andrés Arauz, es uno de los favoritos. Los más de 13 millones de ecuatorianos llamados a las urnas deciden el futuro del país a la sombra de una disputa, cada día más feroz, entre el exmandatario y el actual gobernante.

“Traidor”; “peor presidente de la historia”; “deshonesto”; “canalla”. Son algunos de los apelativos que Correa, quien se ha volcado de lleno en la campaña electoral, dedica a Moreno casi a diario. La ruptura con el pasado, en lo personal e ideológico, no fue inmediata, pero sí rápida. Ya a finales de diciembre de 2017, el que había sido su mano derecha hablaba de su antecesor como “un opositor más”. En una entrevista con EL PAÍS llegó a recurrir a la obra de J. R. R. Tolkien para describir su evolución en una suerte de villano, al estilo de Gollum. Y el expresidente, que pilotó una etapa de crecimiento y economía expansiva en el país andino, mantuvo en otra conversación con este periódico que “si te traicionan, la culpa no es del traicionado, la culpa es del traidor”.

Más allá de la dimensión humana, ese enfrentamiento ha tenido repercusiones en todo el tablero político. “No me dejan regresar porque saben que, si pudiera ser candidato, les gano de nuevo”, afirmó Correa después de las elecciones locales de 2019, en las que candidatos afines lograron importantes victorias. El político llegó a afrontar una veintena de investigaciones, que él atribuye a una persecución promovida por el propio Moreno. La justicia ecuatoriana le condenó finalmente por cohecho a ocho años de cárcel y quedó inhabilitado, por lo que no pudo concurrir a la vicepresidencia como aspiraba. Sus candidatos sortearon varios obstáculos para presentarse y finalmente pudieron inscribir la plataforma Unión por la Esperanza, liderada por Arauz, un joven dirigente de 36 años que fue ministro de Conocimiento y Talento Humano entre 2015 y 2017.

Mientras Lenín Moreno, que dejará el testigo en mayo no impulsa a ningún candidato, Correa ha permanecido de alguna manera en la primera línea de la batalla política. Economista de 57 años, formado en Estados Unidos, el exmandatario fue uno de los representantes más destacados del llamado socialismo del siglo XXI, que hace una década teñía de rojo el mapa de Latinoamérica de Venezuela a Brasil, Argentina, Ecuador o Bolivia. Aplicó una política del “buen vivir”, aumentó el gasto e invirtió en infraestructuras en una economía dolarizada y con una fuerte dependencia del precio del petróleo.

Dejó el poder en medio de un frenazo económico y con un país muy enfrentado políticamente. Sin embargo, Ecuador nunca alcanzó, ni de lejos, las tensiones ni la fractura de Venezuela y el candidato opositor, el conservador Guillermo Lasso -que vuelve a concurrir y es otro de los aspirantes con más posibilidades de pasar a segunda vuelta este domingo- no logró imponerse en 2017 frente a Lenín Moreno gracias al empuje de Correa. Su personalidad despierta pasiones. Amado y odiado, pero con un grado de popularidad aún evidente en la sociedad, sobre todo en las clases populares, el expresidente fue acusado de querer impulsar un golpe de Estado durante las protestas indígenas de finales de 2019. Ahora se mide de nuevo, aun de forma indirecta, con la voluntad de los ecuatorianos 14 años después ganar sus primeras elecciones.

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