Andrew Yang, el defensor de la renta mínima para la ciudad de Wall Street

Andrew Yang, en el metro de Nueva York el pasado 5 de abril.
Andrew Yang, en el metro de Nueva York el pasado 5 de abril.SPENCER PLATT / AFP

Proponer un capitalismo de rostro humano y una renta básica universal en la cuna de Wall Street, en la ciudad con mayor concentración de millonarios de EEUU -un millón, dicen-, suena extraño, pero ambas ideas constituyen la columna vertebral del programa de Andrew Yang para la alcaldía de Nueva York. El demócrata, que concurrió sin éxito a las últimas primarias presidenciales de su partido, prueba suerte de nuevo en política tras una carrera como emprendedor del tercer sector que le ha valido distinciones -y las palmadas en el hombro de Barack Obama-, y mientras su ciudad de adopción se duele de los estragos de la pandemia y aspira a regenerarse para volver a ser lo que siempre ha sido, “la capital del mundo”, en definición del propio Yang.

De cara a las primarias demócratas de Nueva York, el 22 de junio, Yang parece el candidato mejor situado (en marzo, sacaba 13 puntos de ventaja a sus competidores); el que tiene mayor proyección pública, gracias a una campaña en redes exhaustiva -más de dos millones de seguidores en Twitter- y a un estilo dinámico y poco convencional, en absoluto político: entre sus propuestas como precandidato presidencial planteó la financiación pública de los consejeros matrimoniales, esa figura tan arraigada en las miserias cotidianas de los estadounidenses.

Yang (Shenectady, Nueva York, 46 años), estadounidense de primera generación -es hijo de padres taiwaneses-, es el más conocido de la veintena de aspirantes demócratas a la alcaldía de Nueva York, y muchos le ven ya como el sucesor del también demócrata Bill de Blasio tras las elecciones del 2 de noviembre. Sus afables propuestas no se inscriben en el ideario de la facción más progresista de los demócratas, en ebullición en algunos distritos de Nueva York como alternativa al viejo establishment y como banco de pruebas del futuro del partido. Yang se inclina más por la línea oficial y en las últimas elecciones hizo campaña activamente por Joe Biden y Kamala Harris, así que aliados de peso no le faltan. Con el ala más izquierdista del partido ha tenido sonadas diferencias, por ejemplo respecto de los vendedores ambulantes, cuya actividad Yang es partidario de limitar.

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Se embarcó en la aventura de las primarias demócratas a la Casa Blanca como un completo desconocido, y descabalgó de ella en febrero de 2020, sin lograr ni un solo delegado en los caucus de Iowa, con más proyección que muchos políticos de carrera. Su inexperiencia en tareas de gobierno y en la Administración es su principal baza y su mayor hándicap; también, el hecho de que en sus 24 años en Manhattan no haya votado ni una sola vez en las elecciones locales, porque, arguye, “es algo que se da por hecho, por sentado”. Más peso ha podido tener, en su contra, el hecho de que pasara la mayor parte de la pandemia en una casa a 80 millas de la ciudad, lo que le valió abundantes críticas. Pero Yang, heterodoxo en todo, no le da importancia y alude al autismo de uno de sus hijos como justificación del traslado.

Como un Quijote, lucha contra unos particulares molinos de viento: los robots, responsables de desalojar del mercado laboral a millones de estadounidenses. Pero de condenar la automatización del trabajo a defender una renta mínima, como su veterano correligionario Bernie Sanders, media un trecho. El programa de Yang también propone que la ciudad contrate a 10.000 recién licenciados como tutores de los 100.000 menores que más han sufrido la pérdida de horas lectivas por la pandemia; él mismo se presenta como “padre de niños de la escuela pública”. También la citada renta mínima (1.000 dólares al mes) para el medio millón de neoyorquinos en situación de pobreza extrema; una red de bancos públicos, hacer de la ciudad un polo del negocio de las criptomonedas, construir casinos y reconvertir hoteles en viviendas de precio asequible, además de garantizar la propiedad individual e intransferible de los datos. Una arcadia hípster con aroma a socialdemocracia, en suma, para reanimar una ciudad diezmada por la pandemia.

Yang goza de especial predicamento entre la comunidad asiática, con creciente tracción política en el país y que además experimenta un incremento de los delitos de odio desde que empezó la pandemia. Él mismo sufrió acoso escolar por su origen. Tras estudiar Derecho en Columbia, se dedicó a crear startups en el tercer sector, para recaudar fondos para causas sociales; la venta de una de ellas le convirtió en millonario. En 2011 fundó Venture for America, una incubadora de talentos bisoños para empresas y zonas económicamente rezagadas que generó miles de empleos. Gracias a Venture for America, Yang hizo contactos en Silicon Valley, Wall Street y Washington, y fue designado “campeón del cambio” por Barack Obama.

Además del presidente demócrata, el principal apoyo de Yang es Martin Luther King III, activista de derechos humanos y primogénito del reverendo asesinado Martin L. King, el icono de la lucha de los derechos civiles. King III ha destacado la conciencia social de Yang y su preocupación por los más desfavorecidos. La música suena bien, dicen los críticos, pero la letra pequeña -cómo pagar la factura de sus originales propuestas- no acaba de leerse del todo bien en un momento de déficit presupuestario, y en una ciudad exhausta económicamente pese al abultado número de vecinos millonarios.

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