Tres alcaldes para Kabul: un caso raro de colaboración con los talibanes

Ruidosos y caóticos atascos, viudas bajo burka mendigando, colinas polvorientas, carrillos de fruta, puestos para recargar el móvil, drogadictos, cambistas, niños volando cometas, familias sin techo desplazadas por el conflicto… En medio de todo, las cuadrillas de basureros que uno se encuentra de vez en cuando son el mejor ejemplo de que la administración local sigue funcionando aunque sea a trompicones. El Kabul que asaltaron los talibanes en 1996 poco tiene que ver con el que se han encontrado en 2021. Aquella ciudad devorada por la guerra ha sido reconstruida en las dos últimas décadas y su población ha pasado del millón a los seis millones de habitantes aproximadamente. Pese a la revolución sufrida en las últimas semanas y la psicosis ante posibles atentados, la urbe mantiene su ritmo de vida. En todo caso, los cientos de controles con hombres armados que imponen su ley en las calles recuerdan que, si bien estos días no hay guerra, tampoco impera la paz.

Lo sabe bien Hamidullah Nomani, de 57 años, que ocupa ahora como alcalde interino el mismo despacho en el que ya trabajó durante 16 meses hace un cuarto de siglo como regidor talibán de la capital afgana. Desde ahí trata estos días de que la urbe, principal escaparate del país al exterior, no pierda su pulso. Nomani hace de bisagra entre el alcalde saliente, Daoud Sultanzoy, y el que definitivamente ocupará el cargo, Maulawi Abdul Rashid, que está pendiente de tomar posesión. Más allá de los 7.000 trabajadores contratados para recoger la basura y adecentar las calles, sus principales preocupaciones son recuperar tierras municipales ocupadas en los últimos años y regular la caótica urbanización y construcción imperantes. También eliminar los muros de hormigón que han dividido en gran parte Kabul por motivos de seguridad en las dos últimas décadas para evitar ataques como los que llevaban a cabo los propios talibanes.

Menos inquietud despiertan en el alcalde interino que las mujeres, que según él representan entre el 15 y el 17% de los aproximadamente 3.000 funcionarios municipales, no estén autorizadas a volver a sus puestos salvo que desempeñen una función que no pueda ser ocupada por un hombre. “A las empleadas normales de las oficinas no se les permite asistir a sus trabajos. Les pagamos sus salarios estando en casa”, trata de justificar Nomani. ¿Y hasta cuándo van a pagar esos sueldos? “No sé hasta cuando, pero el Emirato Islámico de Afganistán obviamente tendrá que regular la situación de esas mujeres a las que hemos dicho que se queden en casa”, explica durante una entrevista concedida a EL PAÍS el 9 de octubre en su despacho. Supervisa el encuentro, además de un asesor, un talibán armado que, transcurridos unos minutos, abandona la sala. En la puerta esperan su turno dos decenas de hombres, casi todos barbudos con turbantes y vestimenta tradicional como la que luce el alcalde. El goteo de citas con peticiones de todo tipo es incesante.

Basuseros en una calle de Kabul en septiembreLuis De Vega

A los responsables del Emirato les preocupa cada vez más la seguridad, aunque no parece que los encargados de ello sean especialmente profesionales. El reportero ha de superar dos controles en los que, además de registrar sus pertenencias, le obligan a demostrar que su cámara es realmente para tomar fotos y no para atentar contra el alcalde. Pero el celo que demuestran con el extranjero no les permite darse cuenta de que apenas cachean al intérprete que le acompaña.

A diferencia de los empleados del Gobierno, que tienen pendiente de cobrar al menos dos mensualidades, Hamidullah Nomani asegura que los trabajadores del Ayuntamiento están al día en sus cobros.

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Mientras tanto, en un caso de extraña transición de poderes en el Emirato, Nomani cuenta con la colaboración de su predecesor en el cargo. Daoud Sultanzoy llegó a la alcaldía en abril de 2020 aupado por el presidente Ashraf Ghani, con el que compitió en la carrera por la presidencia del país en 2014. Para poder ser candidato, este piloto civil casado con una presentadora de televisión y antigua Miss Kabul, tuvo que aparcar su pasaporte estadounidense. “Los talibanes han ganado la batalla, pero no la guerra. La guerra es arreglar este país, reedificarlo y resolver la pobreza, el desempleo, la economía…”, reclama el alcalde saliente. Para ello, pide la implicación de la comunidad internacional, a la que, al mismo tiempo, señala como responsable de dejar al país en un hoyo.

Negocios, restaurantes y empresas en el barrio de Shar-e-Nao de Kabul
Negocios, restaurantes y empresas en el barrio de Shar-e-Nao de KabulLuis de Vega

“¿Por qué tenía que irme? Tengo una responsabilidad con seis millones de personas y no puedo abandonar el barco”, comenta Sultanzoy, de “unos 66 años”, durante una entrevista con EL PAÍS el 5 de octubre en su casa de Kabul. En un juego que quizás deje traslucir la necesidad de salvaguardar su seguridad, el regidor saliente se muestra más crítico con el gobierno anterior que con el que tratan de levantar estos días los yihadistas. Escapar del país “no fue responsable”, les echa en cara. El primer señalado es el propio presidente Ghani. “Es verdad que no sabía qué iba a pasar conmigo, pero decidí quedarme”, añade. En todo caso, insiste en que su papel solo es breve y de transición.

Kabul es ahora según Sultanzoy una ciudad con más libertades, más población educada -especialmente mujeres-, más sector privado, infraestructuras y medios de comunicación que en 1996. “Esto es algo que no deberíamos desperdiciar y que los talibanes deberían capitalizar”, recomienda. A la comunidad internacional le pide que abra caminos para que el país salga del “desastre económico” porque “la hambruna, la pobreza y el desempleo no es una creación de los talibanes”, comenta sobre el lastre heredado. “No olvidemos esto”, añade incidiendo en el desfalco sufrido por Afganistán por la corrupción durante los años de la ocupación por tropas extranjeras.

Las críticas a nivel de la calle salpican también sin embargo a Daoud Sultanzoy. Varias fuentes periodísticas recuerdan el caso de su supuesta llegada a Pakistán llevándose un avión de combate del ejército afgano en los años 80. El alcalde cambia de tono al ser preguntado al respecto, responde airado y exige que esta respuesta sea publicada como condición para dar por buena la entrevista. Asegura que el protagonista de la historia es un militar llamado Daoud como él. “Eso es una mentira. Nunca he sido piloto militar. Yo era piloto de Ariana (la compañía de pasajeros del país) y fui adiestrado en América. Dejé Afganistán en abril de 1980 (…) y este piloto militar Daoud se llevó un avión en 1986 a Pakistán”, asegura.

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