“Hoy Ortega es menos vulnerable de lo que era en medio de las protestas sociales de 2018″
La crisis que desde 2018 ha paralizado a Nicaragua ha generado uno de los mayores éxodos por motivos políticos de la región: organismos internacionales estiman que más de 120.000 nicaragüenses han dejado el país huyendo de la represión política, pero también de la falta de oportunidades que ésta ha generado. Kevin Casas, ex vicepresidente de Costa Rica y secretario general de IDEA —un organismo que promueve la democracia con el asesoramiento de líderes de varias partes del mundo— estima que las cifras de exiliados y migrantes pueden aumentar en los próximos años, después de que Daniel Ortega se reeligiera el domingo en un proceso electoral considerado como una farsa por la oposición y que ha generado rechazo internacional. Casas (San José, Costa Rica, 53 años) asegura que la presión demostrada por EE UU, la Unión Europea, Chile, Perú o su propio país es importante, pero afirma que no hay una salida política en este momento para terminar con la crisis nicaragüense. Por el contrario, dice, Ortega está ahora menos vulnerable que hace tres años, cuando una serie de protestas sociales exigieron el fin de su mandato. Manifestaciones que él reventó a punta de plomo. “Ortega controla todos los recursos de poder que le permiten mantenerse a punta de represión”, afirma el exmandatario.
Pregunta. Tras los resultados electorales del domingo, hemos visto que la Unión Europea, Estados Unidos, Costa Rica, Perú y Chile han rechazado esta elección, pero en términos concretos, ¿qué impacto político tiene esto para el régimen de Nicaragua?
Respuesta. Un mensaje con ese nivel de unanimidad tiene un peso y y creo que acentúa la situación de aislamiento político en que se encuentra Ortega en la región, pero está por verse cuál es el impacto concreto. En términos reales es muy limitada la capacidad de la comunidad internacional para presionar por un cambio en la dinámica política interna de Nicaragua que conduzca a una apertura política para lograr una negociación política. Eso es importante no perderlo de vista. Creo que este gesto de rechazo es muy importante desde el punto de vista simbólico, pero la comunidad Internacional no tiene una varita mágica para forzar al régimen de Ortega a negociar con la oposición.
P. El domingo, cuatro expresidentes latinoamericanos exigieron la expulsión de Nicaragua de la OEA. La próxima semana está prevista una asamblea en Guatemala, ¿cree que dentro de la OEA cale este mensaje y se tomen medidas más fuertes contra el régimen de Ortega?
R. Es importante generar la señal de que la Carta Democrática Interamericana y los principios que encarna todavía tienen un hálito de vida, que todavía importan. Lo que sería terrible es dar el mensaje de que la Carta Democrática Interamericana, que realmente es una de las cumbres del proceso de construcción democrática de América Latina, simplemente se ha convertido en papel mojado. Hay que dar el mensaje de que los comicios en Nicaragua son a todas luces ilegítimos, aunque no está claro cuál va a ser la reacción de la región. Añado algo más: no se nos olvide que en 2018 el régimen de Ortega reprimió violentamente con un saldo de más de 300 muertos y ni siquiera eso fue capaz de generar una acción concertada por parte de los países de la región. No estoy seguro de que unos resultados a todas luces indefendibles vayan a hacer un cambio.
P. Parece que Ortega está consciente de eso y no le preocupa mucho lo que se diga a nivel latinoamericano de su régimen.
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R. La única posibilidad de que un personaje como Ortega sienta que te está pagando un precio es quizá a través de la imposición de sanciones económicas. El problema, claro está, es que la imposición de ese tipo de sanciones a un país en el estado de vulnerabilidad económica en que está Nicaragua, particularmente en el contexto de la covid, es problemático, porque la imposición de medidas de ese tipo tendría consecuencias humanitarias que nadie quiere generar. Eso incluye al único país que realmente puede tener un un impacto considerable en términos de sanciones económicas, que es Estados Unidos. Washington no querrá generar una crisis humanitaria en Nicaragua que agravaría el complejo problema migratorio que ya está tratando de administrar en el norte de Centroamérica.
P. Los nicaragüenses enviaron un mensaje claro de repudio al no participar en el proceso electoral, ¿qué otras opciones tienen frente a un régimen que se ha plantado en la represión?
R. No tengo duda de que la situación en el país es angustiosa, pero no está claro que haya una salida política fácilmente alcanzable en Nicaragua en este momento. Eso no significa que la comunidad internacional no deba poner en movimiento todos los recursos que tenga para presionar el régimen de Nicaragua, pero esto es una situación que en última instancia se va a resolver en Nicaragua y esperemos que se resuelva de manera pacífica. Me parece, para poner el tema muy claro, que la posición del régimen de Ortega es hoy menos vulnerable de lo que era en medio de las protestas sociales de 2018.
P. ¿A pesar de que no cuenta con legitimidad interna? Las encuestas le dan un apoyo de apenas el 19% de la población.
R. La situación de apoyo interno ha disminuido, pero no es ese el dato fundamental. El dato fundamentales es que Ortega controla todos los recursos de poder que le permiten mantenerse a punta de represión.
P. ¿Qué representan para Centroamérica cinco años más de Gobierno de Daniel Ortega?
R. Una de las cosas que que hemos visto no solo en Nicaragua, sino también en Venezuela, es que hay un fenómeno al que no se le ha prestado suficiente atención, que es la mayor facilidad que tiene la gente para salir de sus países con la globalización. Se ha generado una válvula de escape para regímenes autoritarios como el de Ortega. Lo que casi con seguridad va a acabar sucediendo en el caso de Nicaragua es un éxodo hacia los países vecinos y Estados Unidos. Y eso, lejos de convertirse en un problema para Ortega, se convierte en una tabla de salvación, como lo ha sido en el caso de Venezuela con la salida de seis millones de venezolanos en los últimos 6 años. Es un recurso favorable para Nicolás Maduro, porque esa gente en una situación distinta estaría en las calles manifestándose contra la calamidad que está ocurriendo en su país. Lo que está ocurriendo es que la gente vota con los pies y se va, por lo que la migración se convierte en una válvula de escape para regímenes autoritarios: no solo le saca a la gente de las calles, sino que además envían remesas.
P. Eso mete más presión a países como Costa Rica, en el caso de los nicaragüenses.
P. Me parece que lo que vamos a ver casi con seguridad en el futuro cercano es un aumento del flujo migratorio de nicaragüenses hacia los países vecinos, fundamentalmente a Costa Rica.
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