La caída del Movimiento 5 Estrellas abre un nuevo escenario político en Italia

La guerra de Ucrania y la discrepancia por el envío de armas fue solo el pretexto para la escisión. Fue el escenario sobre el que Luigi Di Maio, exlíder del Movimiento 5 Estrellas, decidió empezar a diseñar un nuevo esquema político con la vista puesta en la siguiente legislatura. El actual ministro de Exteriores rompió su vínculo el martes con el partido con el que prometió asaltar los palacios de Roma y ganó las últimas elecciones de Italia. Era otro tiempo. El joven político, de 35 años, denunció públicamente esa noche que los grillinos mantienen una línea contraria a los valores de la OTAN y la Unión Europea. Y luego se llevó con él a 60 parlamentarios: un tercio del total. La decisión asesta un golpe mortal al M5S. Pero también cambia el equilibrio de fuerzas en el Parlamento y en el Gobierno de unidad que preside Mario Draghi. Las placas tectónicas de la política italiana han comenzado a moverse para preparar el terreno de las siguientes elecciones, previstas para la próxima primavera.

La violenta jugada modifica el esquema político italiano por completo. El M5S, que dirige el exprimer ministro Giuseppe Conte, ya no es el partido mayoritario en el Gobierno de unidad que preside Mario Draghi (le ha superado la ultraderechista Liga, el Partido Demócrata y la Forza Italia de Berlusconi). Ha perdido peso y sustancia. También las dos capitales donde gobernaba: Roma y Turín. La formación, fundada hace 12 años por el cómico Beppe Grillo como respuesta popular al berlusconismo, al establishment político y económico y a la corrupción, ya no es nada de todo aquello. Conte la ha transformado en un pequeño y moderado partido de centroizquierda. Pero ni siquiera parece ahora un gran aliado para la socialdemocracia de cara al futuro, como había planeado el secretario general del Partido Democrático (PD), Enrico Letta.

Las cosas han cambiado mucho y quizá demasiado deprisa. Y Di Maio, que según las reglas del M5S no hubiera podido repetir como candidato en esa formación, mira ahora hacia el centro con Juntos por el futuro, su nuevo artefacto. Un espacio donde comienza a construirse una agrupación de corrientes que aspira a conquistar un voto huérfano desde la disolución de la vieja Democracia Cristiana. Roberto D’Alimonte, político y experto en sondeos, cree que ese mundo ideológico se encuentra sin dueño en Italia. Pero será difícil que se lo agencien las nuevas formaciones que están naciendo. “Hay una demanda y un espacio a conquistar, pero no existe una oferta creíble. Son demasiados partiditos, con distintas personalidades y, sobre todo, con la única ambición política de la supervivencia”, apunta. “Di Maio ha hecho un movimiento desesperado. No tenía futuro en el M5S. Y tampoco lo tenían todos sus fidelísimos. Pero no creo que él tenga un gran éxito electoral. Mi previsión es que desde el punto de vista electoral no supere el 3%”, señala.

Di Maio se despidió el martes del M5S con una extravagante rueda de prensa donde proclamó “el fin de la hipocresía”. El exlíder grillino, sin embargo, ha defendido en la misma legislatura un Gobierno con la ultraderecha y con la izquierda; ha atacado a la Unión Europea y, al mismo tiempo, ha sido un gladiador de sus valores. También pidió un impeachment para el presidente de la República, Sergio Mattarella, pero se convirtió luego en su mayor defensor cuando tocó reelegirle. Di Maio, un tipo sin estudios ni historial laboral, construyó su carrera sobre la consigna del “uno vale uno”, la máxima populista sobre que cualquier ciudadano podía acceder a la política en contra de las premisas de la supuesta casta. Pero el martes defendió que no todo el mundo está cualificado para ocupar determinados puestos. En política internacional, flirteó con Rusia y China, pero ahora habla de estar del lado bueno de la historia con los ucranios. Y, sobre todo, proclamó el asalto a los palacios del poder, pero cuando las estrictas reglas de su partido señalan que terminó su mandato, se resiste a abandonarlos.

El fundador del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, con su entonces heredero político, Luigi Di Maio.
El fundador del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, con su entonces heredero político, Luigi Di Maio.RICCARDO ANTIMIANI (EFE)

El hielo y la distancia creada entre Di Maio y Conte —fueron presidente y vicepresidente del primer Gobierno de la legislatura con la Liga de Matteo Salvini— no tiene que ver con Ucrania, como él sostuvo el martes. Fuentes del palacio Chigi explican a EL PAÍS que Draghi supo de los planes de Di Maio el mismo martes por la mañana. Pero las relaciones estaban rotas desde hacía meses, señala el entorno de ambos. Probablemente desde la elección del presidente de la República el pasado febrero. Sergio Battelli, histórico miembro de la formación y uno de los 60 parlamentarios que acompañará a Di Maio en el nuevo proyecto, cree que “ha habido un proceso estos meses en el que los nombramientos de Conte y una estructura creada estrictamente por él y para él lo hizo muy difícil”. “Se impone su visión dentro del M5S. El hecho de que fuese votado con un 95% no debería suponer eso. Durante este tiempo no hizo nada para acercarse a los más dubitativos. Y el punto de no retorno fue utilizar la guerra y la política exterior para hacer política electoral. Las posiciones en campaña [en las elecciones administrativas de hace dos semanas] eran muy drásticas y no sirvieron para nada: no se pasó del 3%”, apunta.

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El M5S queda muy dañado. Las encuestas, como la publicada por La Stampa el viernes, le otorgan apenas el 11% de los votos (en las últimas elecciones tuvo el 33%). El partido ha dado tantos bandazos en los últimos años que es difícil ya saber lo que defienden con el liderazgo de Conte. Para Battelli, sin embargo, había dejado ya hace mucho de ser lo que fue. “Hoy es un restaurante con el logo del M5S, pero dentro es una historia distinta. Se ha pasado de un restaurante de pescado a uno de carne. Hoy es solo el partido de Conte”. Las próximas elecciones pueden marcar el final de un ciclo ideológico, donde el populismo en Italia impuso su vertiginoso ritmo. La Liga de Salvini se encuentra en caída libre; Berlusconi no ha sabido regenerar a Forza Italia; y el PD no termina de dar con la tecla para recuperar a su electorado. Los estrategas de casi todos los partidos buscan ya un nuevo centro de gravedad mientras una sola formación sigue creciendo: los ultraderechistas Hermanos de Italia de Giorgia Meloni.

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