El ejército ruso asegura que ha tomado Lisichansk, ciudad clave en la batalla por la región oriental de Donbás

Con un escueto comunicado y sin la retórica de victorias pasadas, el ejército ruso asegura haber cumplido la consecución definitiva de uno de sus dos supuestos objetivos territoriales en Ucrania: la conquista de la provincia de Lugansk. Tras 130 días de combates, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, ha informado este domingo a Vladímir Putin de que la ciudad de Lisichansk, la última de importancia que controlaba Kiev en la zona, ha caído en sus manos, según ha informado el departamento militar ruso.

Pese a que Rusia asegura que controla la ciudad en su totalidad, el Ministerio de Defensa ucranio responde que aún quedan partes en manos de las fuerzas de Kiev. En declaraciones a la BBC, el portavoz ministerial explicó que la situación en Lisichansk es “muy intensa” de hace tiempo, con las tropas rusas “atacando sin pausa”.

Además, apenas una hora antes del anuncio de Shoigú, el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Ígor Konashenkov, explicó en su rueda de prensa habitual que la batalla por la ciudad continuaba. “Las tropas rusas y las unidades de la República Popular de Lugansk están luchando dentro de Lisichansk, completando así la derrota de un enemigo cercado”, dijo el representante del ejército sobre ese frente.

Por otro lado, el portavoz del Ministerio de Defensa ucranio añadió que, aunque finalmente Rusia se haga con toda la provincia de Lugansk, la batalla por la zona de Donbás “no ha terminado”, ya que otras ciudades de la provincia de Donestk están aún en manos ucranias. La polémica recuerda a la que ya se vivió hace semanas en Severodonestk, localidad que los rusos tardaron aún en controlar desde el momento en el que dijeron que ya habían cumplido su objetivo.

El pasado 21 de febrero, tres días antes de comenzar su ofensiva, Vladímir Putin firmó sendos decretos que reconocían las dos autoproclamadas repúblicas de Lugansk y Donetsk como países independientes, algo que ni siquiera han hecho otros aliados cercanos de Moscú como Kazajistán. El mandatario ruso aclaró posteriormente que sus fronteras corresponderían con las que trazaron los separatistas en mayo de 2014 en sendos referéndums ilegales. Ello incluía el territorio que el Gobierno ucranio logró mantener tras la guerra librada hasta 2015.

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En el frente oriental, las tropas ucranias se están encontrando con una intensa ofensiva de artillería en zonas residenciales. En las últimas semanas, Moscú ha intensificado los ataques con misiles en zonas alejadas del frente de guerra, impactando en objetivos civiles. El Gobierno de Volodímir Zelenski ha acusado a Rusia de terrorismo de Estado.

Oleksii Arestovich, asesor del mandatario ucranio, ha admitido que las tropas rusas han cruzado el río Donets y que se estaban acercando por el norte a Lisichansk. “Es una amenaza. No descarto ningún desenlace. Las cosas estarán mucho más claras en uno o dos días”, aseguró Arestovich, que considera que, aunque los rusos tomen Lisichansk, las cosas se complicarán para el Kremlin, que tendrá que centrarse en la defensa de seis ciudades importantes de la zona de Donbás.

El experto militar ucranio Mijaílo Samus resta importancia a la toma de Lisichansk. “Ya al principio de la guerra, Putin dijo que había liberado toda la provincia de Lugansk. Pero han tardado cuatro meses en completar la operación”, asegura en una conversación telefónica. Samus sostiene, además que, desde una perspectiva global, la clave en la guerra ahora para Ucrania es liberar de las manos rusas ciudades del sur como Jersón y Melitopol. Y el hecho de que todas las fuerzas rusas se concentren en la batalla en el este otorga más posibilidades a las tropas de Kiev de avanzar hacia el sur.

Samus cree que la estrategia rusa de atacar objetivos civiles sin interés militar ―como ocurrió este lunes en un centro comercial de Kremenchuk, en el centro del país, o el viernes en un edificio de viviendas a las afueras de Odesa— responde a la voluntad del Kremlin de incrementar la presión psicológica sobre la población ucrania y bajar su moral. “Por supuesto que es una tragedia para nosotros la pérdida de vidas humanas, pero Putin solo busca que nos desmoralicemos y que cada vez más ucranios piensen que nos enfrentamos a un enemigo demasiado poderoso, y que sería mejor rendirnos”, concluye.

El think tank estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) informó el sábado de que las imágenes de geolocalización mostraban que las fuerzas rusas no habían encontrado resistencia en su entrada en Lisichansk. El pasado 24 de junio el ejército ucranio informó de que se había retirado de Severodonestk. Ya entonces estaba claro que el próximo objetivo de las fuerzas de Moscú sería Lisichansk, la ciudad gemela de Severdonetsk al otro lado del río Donets. El ISW añadió que, con toda probabilidad, las tropas rusas se harían en los próximos días con toda la provincia de Lugansk. Una vez lo consigan, el próximo objetivo será Siversk, localidad de la vecina provincia de Donetsk.

El ISW también explica la retirada ucrania como un intento de reducir el riesgo de que las fuerzas de Kiev se vean rodeadas por el enemigo. Y así poder continuar la retirada para conducir las futuras batallas en torno a las localidades de Sloviansk y Bajmut, ambas en la provincia de Donestk.

Putin admite su preocupación por sus propias bajas

El Kremlin ha afirmado tener diferentes objetivos en Ucrania a lo largo de estos cuatro meses de combates. Putin anunció la entrada de sus tropas en Ucrania el 24 de febrero por tres frentes, incluso desde Bielorrusia, con “la desmilitarización y la desnazificación” del país como metas. Posteriormente, tras abandonar los combates por Kiev en marzo, ha reiterado que se trata de una “operación militar especial para la defensa de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk”.

Leonid Pashenchik, líder de los secesionistas de Lugansk, celebró el avance ruso. “¡Los neonazis ucranios que vinieron a nuestra tierra a matar y robar fueron derrotados!”, afirmó con la retórica habitual sobre un territorio que Rusia ha reconocido que era ucranio durante más de tres décadas.

El pasado 29 de junio, Putin admitió que el avance de sus tropas en el este se está produciendo con más cautela para evitar un mayor número de bajas. “No se debe hablar de plazos, así es la vida. Son cosas reales. Es incorrecto ajustarse a algunos plazos, esto se debe a la intensidad de las hostilidades, y la intensidad está directamente relacionada con las posibles pérdidas”, afirmó el mandatario, que recalcó que “todo marcha según el plan” porque las fuerzas rusas siguen avanzando.

En estos cuatro trágicos meses, el Ministerio de Defensa ruso solo ha anunciado dos veces una cifra oficial de bajas, la última de ellas el 25 de marzo, cuando aseguró haber registrado hasta entonces 1.351 fallecidos y 3.825 heridos entre sus tropas. Sin embargo, las cifras que estimaban el Gobierno ucranio y los países de la OTAN multiplicaban varias veces esos números.

El conflicto también ha llegado este domingo a la región rusa fronteriza de Bélgorod, cuyo gobernador, Viacheslav Gladkov, informó de que al menos cuatro civiles murieron la noche del sábado al caer los fragmentos de un misil Tochka-U derribado sobre la capital. Según explicó posteriormente el portavoz del Ministerio de Defensa ruso, sus sistemas antiaéreos alcanzaron en total tres cohetes y varios drones.

La región de Lugansk era el frente desde el que Rusia partía con más ventaja por su control previo de la zona a través de los separatistas. La batalla por Donetsk, sin embargo, se aventura más complicada. Sus fuerzas han conquistado Severodonetsk, pero aún no han llegado a la ciudad de Sloviansk, el lugar donde los paramilitares rusos encendieron la chispa de la guerra hace ocho años.

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