Ucrania quiere producir sus propias armas para afrontar una guerra que se alargue años

Ucrania existe todavía como Estado porque su ciudadanía, su Ejército y sus líderes han plantado cara a la invasión rusa, pero también porque han contado con el apoyo de una poderosa coalición internacional. Sin la asistencia militar de los socios de la OTAN, Ucrania no habría resistido. Pero este apoyo afronta dificultades, como ya empiezan a advertir sus aliados, por el riesgo de que sus propios arsenales se agoten. Un cambio de signo político y económico, en Europa o en Estados Unidos, a favor de cortar el grifo financiero y armamentístico, también supone una amenaza. Ucrania quiere reducir esta vulnerabilidad resucitando su industria de defensa.

En 1991, cuando se desintegró la Unión Soviética y Ucrania se independizó, el nuevo país heredó un 15% de la producción militar del imperio, según datos aportados por el historiador militar Steven Zaloga en un trabajo publicado el pasado junio. Ucrania fue cerrando estos activos y se desmilitarizó de forma progresiva por la falta de fondos. Pese a ello, se mantuvieron en funcionamiento hasta hoy importantes centros de producción. La fábrica de blindados Malishev, en Járkov, era la mayor de la URSS en su especialidad; los astilleros de Mikolaiv, en el río Bug eran los más importantes de la Unión Soviética; en Dnipró se localiza la fábrica Pivdenne, la principal en tiempos soviéticos para producir misiles intercontinentales; en Kiev han continuado operando plantas para las fuerzas aéreas, como la de Antonov o la de misiles Artem, y en Zaporiyia se encuentra la fábrica de motores Sich. Todas, excepto la de Antonov, han sido golpeadas por Rusia en varias ocasiones durante la invasión.

Hasta 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea y apoyó a los separatistas en la guerra de Donbás, el Ejército ucranio había visto cómo su presupuesto se diezmaba de forma constante. Aquel año fueron sobre todo batallones de voluntarios los que asumieron la defensa de la soberanía ucrania porque las Fuerzas Armadas estaban bajo mínimos. A partir de entonces, se inició una profunda modernización militar, pero con una dependencia de sus socios de la OTAN en cuanto a suministro de nuevos equipos.

Representantes de los principales Estados miembros de la OTAN están advirtiendo en las últimas semanas de que sus arsenales empiezan a estar por debajo de los límites deseados y que la producción no puede seguir el ritmo de la demanda. Fuentes de la Alianza Atlántica ofrecieron el 26 de noviembre a The New York Times estos datos como ejemplo: en el frente de Donbás, en el este, Ucrania ha llegado a disparar hasta 7.000 obuses en un día —Rusia, hasta 50.000—, pero la producción de este armamento en Estados Unidos es de 15.000 unidades mensuales. “Se puede aumentar la producción con más turnos, o incrementando la actividad en líneas de producción existentes, pero hay una necesidad de más líneas, nuevas instalaciones, y esto requiere inversión y tiempo”, afirmó el 25 de noviembre Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. Existe, además, el riesgo de que un cambio político, agravado por una posible recesión económica, provoque una reducción del gasto militar para Ucrania, sobre todo en Estados Unidos, donde destacados representantes del Partido Republicano abogan por ello y acaban de hacerse con el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de medio mandato en noviembre.

Valeri Zaluzhni, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias, indicó en un informe publicado el pasado septiembre que lo razonable es prepararse para un conflicto que vaya más allá de 2023. En este trabajo, firmado junto al teniente general Mijailo Zabrodskii, el comandante en jefe establecía que una victoria ucrania en 2023 dependería de un apoyo todavía mayor por parte de sus aliados internacionales. “Pero Ucrania solo puede entender la adquisición de equipos militares de nuestros socios como una solución transitoria”, concedían los autores. “Nos tenemos que preparar ante la posibilidad de que la guerra dure años, para que no disminuya el apoyo de Ucrania”, avisó Stoltenberg el pasado junio.

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Armamento soviético

El arsenal ucranio y sus centros de producción están eminentemente dedicados a fabricar armas de diseño soviético. Cuando se rompieron las hostilidades en 2014, se frenó la importación de componentes procedentes de Rusia. Esto provocó, por ejemplo, que Antonov no haya fletado ni un solo nuevo avión desde 2016, según indicó Thomas Laffitte, investigador del centro de estudios estadounidense Foreign Policy Research Institute en un documento publicado el pasado septiembre. Esta semana se presentaron en sociedad los primeros obuses fabricados oficialmente por Ucrania durante la guerra. Es munición de artillería del calibre 152 milímetros producida por el gigante estatal Ukroboronprom. La noticia tuvo un gran eco propagandístico en Ucrania. Celebridades nacionales fueron filmadas firmando las primeras unidades. Esta munición sirve precisamente para los cañones de origen soviético Msta-B.

El secretismo protege la red de producción que está levantando Ucrania, tanto en la fabricación en su territorio como en las plantas que se abrirán en países vecinos. La compañía estatal anunció el pasado septiembre que había puesto en marcha dos plantas de armamento en cooperación con dos países de la OTAN, sin especificar de cuáles se trataba. Ukroboronprom también emitió el 18 de noviembre un comunicado en el que anunciaba un acuerdo con seis Estados de la OTAN —se detalló que entre ellos están Polonia, Francia, Chequia y Dinamarca— para abrir nuevas líneas de producción. El objetivo, según la empresa, es activar departamentos de desarrollo de nuevas armas, poner en marcha la producción de blindados y de minas, y munición de 152 milímetros y de 122 milímetros. Esta última es también para los cañones autopropulsados de origen soviético Gvozdika.

Ukroboronprom admitía que afrontaba el agotamiento de existencias de munición para armas soviéticas. Stoltenberg resaltaba a finales de noviembre desde Rumania que los miembros de la OTAN procedentes del antiguo bloque comunista han reactivado líneas de producción de munición soviética para abastecer a Ucrania. La dependencia de la antigua industria militar soviética se puede comprobar en cualquier localización en el frente, donde es frecuente ver a unidades del Ejército ucranio reutilizando todo el armamento o componentes de vehículos capturados a los rusos.

Rusia, de forma involuntaria, ha sido el principal suministrador de munición y blindados para las Fuerzas Armadas Ucranias. Hasta el pasado septiembre, según un recuento elaborado por The Wall Street Journal, el Ejército había capturado más de 1.100 vehículos blindados en la retirada rusa en los varios frentes de guerra, además de grandes cantidades de munición.

El ministro de Defensa, Oleskii Reznikov, afirmó el pasado noviembre a la agencia Reuters que su Gobierno debe apostar por la producción propia de munición para armas de la OTAN, las más decisivas en la guerra, y por “construir una armada de drones aéreos, terrestres y marítimos”. En Kiev fue recibida con júbilo en noviembre la noticia de que la compañía turca Baycar abriría en dos años en Ucrania una planta de producción de drones de combate. Baycar es el fabricante de los aparatos no tripulados de ataque Bayraktar, fundamentales en la defensa ucrania. Pero expertos como Laffitte cuestionan que esto sea posible si continúa la guerra, sobre todo con el precedente de la empresa ucrania de fabricación de drones bomba Ukrspecsystems, que para evitar ser bombardeada acaba de trasladar su producción a Polonia.

Ukroboronprom ha subrayado que la principal tarea actual de la industria de defensa ucrania es mantener en marcha los talleres de reparación de vehículos y cañones, para evitar que tengan que ser desplazados al exterior. Pero estos tampoco se salvan de los ataques rusos, aunque se encuentren en provincias occidentales, lejos del frente, y en localizaciones secretas. El pasado marzo, una de las mayores plantas de mantenimiento de tanques del país, en Lviv, fue severamente dañada con misiles de precisión.

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