El equilibrismo de Macron ante Rusia desconcierta a Ucrania y los socios del Este

Fue una expresión de su pensamiento complejo o, según los críticos, otra metedura de pata. Cuando este fin de semana el presidente francés, Emmanuel Macron, reclamó “garantías de seguridad” para la Rusia de Vladímir Putin en el momento en que se negocie una hipotética paz con Ucrania, de nuevo estalló la indignación en Kiev y en algunas capitales de la Europa central y oriental.

“¿Alguien quiere ofrecer garantías de seguridad a un Estado terrorista y asesino?”, se preguntó en la red social Twitter Oleksii Danilov, secretario del Consejo de Seguridad y Defensa de Ucrania. “¿En vez de un Núremberg [los juicios internacionales a los jerarcas nazis tras la II Guerra Mundial], firmar un acuerdo con Rusia y darse un apretón de manos?”.

Las declaraciones de Macron a la cadena francesa TF1 han irritado, pero no sorprendido. Desde la invasión rusa de Ucrania en febrero, ha aplicado el mismo método con el que ha gobernado Francia. Es el método del en même temps, o al mismo tiempo, que consiste en ver con realismo todas las facetas de cualquier problema. Al mismo tiempo, una cosa y la otra. Aplicado a la guerra en Ucrania, este ejercicio de sutileza intelectual puede jugar malas pasadas.

En TF1, el presidente hizo una exhibición del método al mismo tiempo. Cuando la entrevistadora le pregunto si Ucrania debería renunciar a Crimea, en manos rusas desde 2014, para que pueda haber negociaciones de paz, fue tajante: “¿Piensa usted que, cuando nosotros, francesas y franceses, vivimos la toma de Alsacia y Lorena, nos habría gustado en plena guerra que un dirigente del resto del mundo nos dijese: ‘deben hacer esto o aquello?”.

La comparación de Crimea con Alsacia y Lorena ―territorios anexionados por Alemania en 1871, recuperados tras la I Guerra Mundial y perdidos de nuevo durante la ocupación nazi entre 1940 y 1945― es un mensaje poderoso. Francia libró guerras y sacrificó sangre por Alsacia y Lorena. Fue la herida más íntima de la nación. Ucrania, según Macron, tiene el derecho a defender su soberanía e integridad, y Francia debe apoyarla.

Pero en la misma entrevista, Macron se metió en una resbaladiza disquisición sobre la negociación y la posguerra. “Hay algo que debemos preparar”, explicó. “Es la arquitectura de seguridad en la que queremos vivir mañana. Es decir, uno de los puntos esenciales [de Putin] es el miedo a que la OTAN llegue a sus puertas, el despliegue de armas que puedan amenazar a Rusia. Esto formará parte de los temas para la paz y hay que prepararlo también: cómo protegemos a los aliados y los Estados miembros dando garantías a Rusia para su propia seguridad el día que vuelva a la mesa”. Al mismo tiempo, en su máxima expresión.

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“Es como si, al tiempo que desea la victoria de Ucrania, se opusiese a una derrota de Rusia”, resume en Le Figaro Isabelle Lasserre, autora de Macron, le disrupteur (Macron, el disruptor), libro de referencia sobre la política internacional del presidente francés.

Equilibrismo argumental

El pensamiento complejo de Macron respecto a Rusia, o su equilibrismo argumental, no es nuevo. El presidente francés se adentró en el laberinto ruso en mayo de 2017, unos días después de llegar al Elíseo, cuando agasajó a Putin en Versalles. En el verano de 2019, lo recibió en su residencia veraniega y le propuso un ambicioso plan para “arrimar de nuevo Rusia a Europa”, un plan que topó con el escepticismo de los socios europeos de Francia y de la diplomacia de este país.

En enero y febrero de 2022, el presidente francés multiplicó las llamadas telefónicas con Putin para evitar la guerra, y se reunió seis horas con él Moscú el 7 de febrero, sin resultado.

Desde entonces, ha promovido las sanciones más severas contra Rusia y ha dado ayuda militar a Ucrania, aunque limitada si se compara con otros países del entorno y con Estados Unidos. Ha desarrollado una relación de confianza con su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski. Y ha descrito como “crímenes de guerra” los bombardeos rusos a infraestructura civil ucrania. Al mismo tiempo, ha seguido hablando con Putin. Mientras tanto, no ha ahorrado las reflexiones en voz alta sobre la salida de la guerra y el futuro de las relaciones entre Rusia y Occidente.

“No hay que humillar a Rusia”, dijo en junio, “para que el día que los combates cesen podamos construir un camino de salida por vías diplomáticas”. No ha vuelto a pronunciar la frase, pero en Ucrania y otros países vecinos con Rusia no se ha olvidado.

“El tema de la humillación no es una simple palabra”, lamenta Pierre Servent, historiador, coronel en la reserva y autor del recién publicado Le Monde de demain (El mundo de mañana). “Es la expresión central de todos los putinólatras [adoradores de Putin] en Europa y Estados Unidos para decir: ‘No es Putin quien ha declarado la guerra, sino la OTAN, los americanos y los europeos, quienes le han empujado a hacerlo porque ha sido humillado’. Usa un término que hace que Francia, que hace un trabajo destacable, haya perdido a una parte de los países del Este”.

Con estas reflexiones, Macron —que no es ningún putinólatra, al contrario— no solo ha incomodado a sus aliados en el Este. Tampoco han servido para persuadir al líder ruso.

Hay una escena del documental Un presidente, Europa y la guerra, de la cadena France 2, en la que se ve a Macron hablando por teléfono con Putin días antes de la invasión. Macron cree haberlo convencido para evitar la guerra con una cumbre con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Putin responde afirmativamente a las propuestas de Macron hasta que le dice: “Para ser sincero, quería ir a jugar a hockey sobre hielo, ahora mismo estoy en el gimnasio”. Se despide en francés: “Je vous remercie, monsieur le président”. Unos días después empezaba el ataque a territorio ucranio.

La impresión de que Putin se burla de Macron es inevitable. Viven en mundos distintos, hablan lenguajes distintos.

“Macron [44 años] es alguien de su generación: el mal no es un dato que contemple”, dice Servent. “Citaré a Von Moltke, jefe del Estado Mayor prusiano en 1860. Von Moltke escribía: ‘La paz es un sueño. La paz eterna es un mal sueño. La guerra es un don de Dios, porque permite a los pueblos experimentar lo mejor de sus cualidades. Sin la guerra los pueblos se abandonarían al materialismo. En la guerra, lo mejor es acabar cuanto antes, incluso usando medios poco recomendables’. ¡Es el pensamiento de Putin!”. Y concluye: “Para Macron, como europeo, este universo de Von Moltke no existe”.

Lasserre, en Macron, el disruptor, contaba que, ya antes de la invasión de febrero, al presidente francés se le reprochaba que se hiciese ilusiones al creer que era posible acercar a Rusia a Europa. Desde entonces, ha seguido haciéndose ilusiones, según la periodista: sobre su capacidad para persuadir a Putin o sobre el papel de Francia como mediadora en los conflictos o “potencia de equilibrios”, como dice el presidente.

“La política del al mismo tiempo”, escribe Lasserre en Le Figaro, “ha hecho que el mensaje de Francia (…) se vuelva ilegible”. Entre el pensamiento complejo y la confusión, la línea es fina.

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