Una senadora demócrata deja el partido y complica a Biden el control del Senado

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, estaba teniendo una semana bastante redonda con la victoria demócrata en la segunda vuelta al Senado en Georgia, la aprobación de la ley para blindar el matrimonio entre personas del mismo sexo y la liberación de la baloncestista Brittney Griner en un intercambio de presos con Rusia. Esta mañana, sin embargo, se ha despertado con la noticia de que la recién conquistada mayoría de 51 escaños en el Senado no se hará realidad en el nuevo Congreso, que se constituye en enero. La senadora por Arizona Kyrsten Sinema ha anunciado que deja el Partido Demócrata y que se registra como independiente.

La deserción de Sinema concede aún más importancia al escaño conseguido en Georgia. De hecho, Biden ha subrayado durante toda la campaña la importancia de reforzar la mayoría porque es consciente de que en su grupo había ya dos senadores díscolos que le complicaban sacar adelante sus proyectos: la propia Sinema y Joe Manchin, senador por Virginia Occidental. Fueron los últimos dos votos que logró atraerse Biden para su proyecto estrella, la Ley de Reducción de la Inflación, y solo a cambio de concesiones relevantes. Además, ya han bloqueado otras iniciativas demócratas durante la pasada legislatura.

Sinema ha expuesto sus razones en un artículo publicado en The Arizona Republic, en el que señala: “Como muchos arizonenses, nunca he encajado perfectamente en ninguno de los dos partidos nacionales. Convertirme en independiente no cambiará mi trabajo en el Senado; mi servicio a Arizona sigue siendo el mismo”.

El Partido Demócrata ya tiene a otros dos senadores registrados como independientes: Bernie Sanders, de Vermont, y Angus King, de Maine. Ambos, sin embargo, pertenecen al grupo parlamentario demócrata y se consideran dos senadores más del partido. Sinema no ha aclarado si formará parte del grupo, aunque de sus palabras parece deducirse lo contrario. Sí ha dicho que no se integrará en el grupo republicano.

El artículo es una proclama de sus posiciones centristas y en contra de la división entre los partidos: “Algunos miembros del partido creen que son dueños de este escaño en el Senado. No es así. Este escaño del Senado no pertenece a los jefes demócratas o republicanos de Washington. No pertenece a un partido u otro, y no me pertenece a mí. Pertenece a Arizona, que es un lugar demasiado especial para ser definido por partidistas extremos e ideólogos”, escribe.

Sinema fue elegida en 2018 como senadora por primera vez y su escaño no se renueva hasta las elecciones de 2024, donde tendrá difícil la reelección. En los últimos dos años, ha sido una nota discordante en el Senado y ha bloqueado algunas de las iniciativas demócratas. Al no poder dar por garantizado su voto ni el de Manchin, varios proyectos han encallado en el Senado a pesar de la mayoría demócrata en el mismo (en realidad, un empate de 50 a 50 que deshacía la vicepresidenta, Kamala Harris) y en la Cámara de Representantes, las dos cámaras que componen el Congreso.

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Sinema y Manchin, por ejemplo, impidieron forzar la aprobación de una ley para reforzar el derecho al voto. Se negó a apoyar que se tramitase sin alcanzar la mayoría de 60 senadores que se requiere habitualmente para superar el llamado filibusterismo, el bloqueo de las iniciativas antes de someterlas a votación. A Sinema eso le valió las críticas de los dirigentes del Partido Demócrata en Arizona.

Tras las elecciones del pasado 8 de noviembre, los demócratas han perdido el control de la Cámara de Representantes, que pasa en enero a manos del Partido Republicano con una mayoría de 222 a 213 escaños. En el Senado, el partido de Biden había logrado teóricamente el escaño 51º, gracias a conquistar un nuevo puesto en Pensilvania y retener todos los demás que estaban en juego, incluido el de Georgia en segunda vuelta.

Un escaño importante

El escaño adicional era importante para lograr mayoría en las comisiones del Senado y agilizar la ratificación de nombramientos, pero también para tener un margen de maniobra en caso de que alguno de los dos senadores díscolos no se alinease con las posiciones del partido. La decisión de Sinema pierde algo de trascendencia por dos razones. Primero, porque ya no era un voto con el que contar de partida. Segundo, porque al pasar la Cámara de Representantes a estar bajo control republicano, los pactos entre los dos partidos para sacar leyes adelante pasan a ser imprescindibles en cualquier caso.

En su artículo se muestra partidaria de la colaboración entre Partido Demócrata y Republicano y sostiene que los estadounidenses de a pie se ven cada vez más relegados por el rígido partidismo de ambos. “Las presiones en ambos partidos empujan a los líderes hacia los bordes, permitiendo que las voces más fuertes y extremas determinen las prioridades de sus respectivos partidos y esperando que el resto de nosotros nos alineemos”, afirma.

“Al atender a los extremos, ninguno de los dos partidos ha demostrado mucha tolerancia hacia la diversidad de pensamiento”, continúa. “La venganza contra el partido de la oposición ha sustituido a la legislación reflexiva. Se dice a los estadounidenses que solo tenemos dos opciones -demócratas o republicanos- y que debemos suscribir al por mayor los puntos de vista políticos que defienden los partidos, puntos de vista que se han ido inclinando cada vez más hacia los extremos”. “La mayoría de los arizonenses creen que esta es una opción falsa, y cuando me presenté a las elecciones (…) prometí a los arizonenses algo diferente. Prometí ser independiente y trabajar con cualquiera para lograr resultados duraderos. Me comprometí a no demonizar a las personas con las que no estuviera de acuerdo, a no insultarlas ni a distraerme con dramas políticos”, añade.

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