Intestino irritable, ¿qué hacer?

Intestino irritable, ¿qué hacer?
Intestino irritable, ¿qué hacer?

El síndrome de intestino irritable es una enfermedad de alta prevalencia (muchos casos activos), de larga duración, sin una cura definida y que afecta considerablemente la calidad de vida de quienes la padecen. Los síntomas de esta enfermedad son variables, resaltando el estreñimiento y la diarrea, así como distensión y dolor abdominal, pero existe una serie de criterios para realizar el diagnóstico y excluir otras causas importantes de los síntomas.

Resulta muy controversial si la dieta tiene un rol causal o si existe un patrón dietético específico como parte del tratamiento. De acuerdo a las revisiones, hasta un 84% de los pacientes diagnosticados con intestino irritable relacionan la aparición de los síntomas a algún tipo de alimento (Portincasa, 2017).

Precisamente por ser una enfermedad que cada vez se hace más frecuente, para mejorar sus síntomas, muchos tienden a limitar o a excluir de su dieta una serie de alimentos como la leche, el trigo, algunas frutas y vegetales. Sin visitar al especialista en nutrición o al gastroenterólogo se toman conductas de ajustes dietéticos restrictivos que podrían traer problemas a corto o a largo plazo, principalmente por deficiencias en micronutrientes. Dependiendo del subtipo dentro del síndrome de intestino irritable (sí, existen variaciones dentro de la enfermedad) se realizarán las recomendaciones dietéticas de lugar.

Actualmente, de acuerdo a consensos con diferentes autoridades en el área de gastroenterología y nutrición en España, se han establecido algunas recomendaciones, que, en todo caso, deberán individualizarse. Los ajustes nutricionales deben iniciarse desde una perspectiva conservadora hacia una más restrictiva si es necesario.

Una dieta baja en FODMAPS, cuyas letras representan un grupo de alimentos fermentables, es una recomendación de segunda línea luego de realizar primero una intervención en adecuar una dieta sostenible. Cuando los síntomas persisten, se realiza este ajuste de exclusión de una gran lista de alimentos por un periodo de 4 a 8 semanas para luego ir reintroduciendo alimentos a tolerancia. Se ha descrito como el uso prolongado de una dieta baja en FODMAPS (cuyos alimentos incluye al ajo, cebolla, trigo, legumbres, lácteos, frutas como manzana, pera y otros) podría alterar la microbiota intestinal (esa variedad de microorganismos protectores que residen en nuestro intestino) y afectar de forma consecuente nuestro sistema inmunológico y predisponernos a enfermedades cardiovasculares y metabólicas. También, las recomendaciones sobre la exclusión definitiva de lactosa y gluten dependerán de los síntomas y de otras condiciones del paciente.

La evidencia científica en cuanto a este tema sigue siendo limitada, la metodología de los estudios que se requieren para poder aclarar las recomendaciones resulta muy complicada, sin embargo, contamos con revisiones que pueden orientarnos a un manejo adecuado que mejore la calidad de vida de los pacientes, minimice los síntomas y evite efectos colaterales a la enfermedad (Casellas, 2018).

Dra. Erika Pérez-Lara Doctora en Medicina. Especialidad en Nutriología Clínica en INTEC. Master en Nutrición y Alimentación en Universidad de Barcelona (UB).

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