Las críticas de Bruselas a las reformas de Meloni cuestionan el cobro de los fondos europeos en Italia

Las relaciones son cordiales, distendidas y relativamente fluidas. A nadie le interesa tensar ahora la cuerda entre Bruselas y Roma. Los equilibrios que deben mantenerse son demasiados: la guerra en Ucrania, la presión migratoria, la reforma del Mecanismo Europeo de Estabilidad… De modo que el tono es suave, pero el mensaje que sale de la capital comunitaria también es bastante claro: las reformas impulsadas por el Gobierno de Giorgia Meloni están mal enfocadas. Toca cambiar el rumbo en varios aspectos.

Italia es el mayor beneficiario del fondo de recuperación de la UE (con unos 200.000 millones entre subvenciones y préstamos) y si quiere seguir optando a todas las cuotas que le corresponden —la tercera todavía se está estudiando en Bruselas después de haberse retrasado por los incumplimientos de Roma— deberá modificar su acercamiento a la cuestión. Una advertencia severa con la que no contaba el Ejecutivo italiano en este momento y que llegó el miércoles, justo el día antes de que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viajara a Italia para solidarizarse con las víctimas de las inundaciones en Emilia-Romaña.

Las dos líderes exhibieron buena sintonía mientras visitaron las zonas afectadas por las inundaciones. “Europa está con Italia”, dijo Von der Leyen sobre la catástrofe que ha afectado al norte del país. Pero el dictamen emitido el miércoles por la Comisión Europea es bastante claro. “La implementación del plan de recuperación está en marcha, pero con un riesgo creciente de retrasos”, ha dicho el Ejecutivo comunitario en sus recomendaciones semestrales a los Estados miembros, en las que reclama a Roma que mantenga una política fiscal “prudente” y que simplifique los trámites burocráticos para avanzar en energías renovables. También avisa de que los fondos de recuperación de la pandemia deben gastarse para 2026 o, en caso contrario, dejarán de estar disponibles. Además, Bruselas discrepa sobre el plan de autonomía regional diferenciada, sobre el tipo único del IRPF y sobre el plan de prejubilaciones.

Las críticas van dirigidas a tres pilares fundamentales de la Liga, socio de Meloni en el Gobierno de coalición de las tres fuerzas, que abarca de la derecha a la ultraderecha. Y eso significa que la primera ministra tendrá muy complicado satisfacer las demandas que llegan de Bruselas sin crear enormes tensiones internas en su Ejecutivo: especialmente con Matteo Salvini, vicepresidente y líder de la Liga.

Gastar la mitad del dinero

El equipo de Meloni, de momento, echa en público la culpa al Gobierno de su predecesor, Mario Draghi, y al diseño que realizó del plan. Pero en privado son conscientes de la gravedad de la situación y de la falta de capacidad de las administraciones italianas para absorber dicho plan. En el propio Ejecutivo empiezan ya a asumir que, probablemente, solo serán capaces de gastar la mitad del dinero asignado. En cualquier caso, señalan fuentes gubernamentales a este periódico, “no hay preocupación por las recomendaciones de Bruselas”. “Se tendrán en cuenta. Pero nuestras políticas están ya en línea con el documento de la Comisión. La política de presupuestos es prudente y crecemos más que los otros países”, apuntan estas fuentes.

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El espíritu del plan y de los fondos es que Italia emplee parte de ese dinero (entre préstamos y subvenciones) en reducir la desigualdad, fortalecer sus infraestructuras y emprender reformas programas a largo plazo para lograr que su deuda sea más sostenible. En las recomendaciones semestrales de Bruselas, sin embargo, advierte a Roma de que tiene que fortalecer su capacidad administrativa, especialmente a nivel regional, para que los planes se puedan poner marcha de manera “rápida y constante”.

Italia se está quedando atrás en el cumplimiento de los objetivos y los compromisos adquiridos, que entre otras cosas contemplaban reformas fiscales. “El tipo único del IRPF despierta preocupación sobre su equidad y eficiencia”, lamenta la Comisión. Pero también hay palos contra el plan de implantar una autonomía diferenciada en las regiones: ”Pone en riesgo la capacidad del Gobierno de controlar el gasto público”. O sobre la reforma del catastro, que sirve para calcular los impuestos sobre los inmuebles, fuente de ingresos que se sugiere desde Bruselas para hacer frente al recorte de los costes del trabajo.

Italia, la tercera economía de la UE, ha recibido dos pagos ya del fondo y la Comisión Europea verifica ahora el tercero, según ha comentado el vicepresidente económico del Ejecutivo comunitario, Valdis Dombrovskis, que ha reclamado al Gobierno del Meloni que presente el plan revisado, con el capítulo dedicado a la transición verde, uno de los puntos flacos de Italia, desarrollado. Aun así, de momento, la sangre no llega al río.

Meloni mantiene en Bruselas un perfil bajo. Quizá demasiado, piensan algunos. La italiana apenas ha lanzado propuestas y no ha adoptado una posición “proactiva”, señala un alto diplomático que suele asistir a las cumbres del consejo en las que debaten los jefes de Estado y de Gobierno. Otras voces creen que Meloni, con posiciones antiinmigración muy duras, se está beneficiando de que otros países hayan abrazado esas posturas. Además, el Ejecutivo comunitario comparte algunas de sus inquietudes sobre el aumento de los flujos de llegadas en el Mediterráneo y está poniendo el foco en Túnez. A Bruselas le preocupa el ataque del Gobierno ultraconservador italiano a los derechos sociales ―como sus directrices para vetar el registro de los hijos de parejas del mismo sexo―; pero pese a que ha manifestado su inquietud, tiene poca capacidad de maniobra. El Parlamento Europeo sí ha criticado duramente a Italia por esa cuestión.

Meloni, sin embargo, se ha marcado el objetivo de mantener esa línea, al menos, hasta las elecciones europeas de junio de 2024. La idea es afianzarse en Italia y transmitir una imagen de seriedad y fiabilidad para intentar una alianza con el Partido Popular Europeo (al que también pertenece la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen). Para el PPE, Italia, donde su afiliado Forza Italia pactó con el partido ultra de Meloni para estar en el Gobierno, es un laboratorio que le sirve para testar la experiencia en otros lugares.

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