Erdogan aspira a codearse con Atatürk

Turquía decide este domingo si extiende cinco años más el mandato del presidente Recep Tayyip Erdogan, que ya es el segundo líder más influyente de la historia moderna de Turquía, solo por detrás del fundador de la República, Mustafá Kemal Atatürk, y el segundo mandatario que más tiempo ha estado al frente del país (20 años), únicamente por detrás de Ismet Inönü (quien fue mano derecha y sucesor de Atatürk).

Será, además, la primera vez en la historia que Turquía se enfrente a una segunda vuelta en unas elecciones presidenciales. Este sistema de voto es relativamente nuevo ―hasta 2014 el presidente era elegido por el Parlamento―, pero, en las dos elecciones anteriores, Erdogan ganó con claridad al obtener el 52% de los votos en primera ronda y entre 14 y 20 puntos de ventaja sobre el segundo candidato más votado. En esta ocasión, al cerrarse las urnas el pasado 14 de mayo, la ventaja se redujo a 4,5 puntos, aunque Erdogan sigue partiendo en mejor posición al haber reunido en primera ronda el 49,5% de los votos frente al 44,9% de su principal rival, el político centroizquierdista y candidato de la alianza opositora, Kemal Kiliçdaroglu.

Pese a la dificultad de remontar el resultado, la oposición no ha arrojado la toalla. En la breve campaña para la segunda vuelta, el candidato opositor ha dejado atrás la narrativa en positivo que había mantenido hasta el momento y ha reforzado el discurso nacionalista y antimigratorio, llenando las ciudades con carteles que promueven la expulsión de los refugiados sirios, convertidos en chivo expiatorio de los altos precios y la falta de empleos. La idea es atraer a quienes no acudieron a las urnas el 14 de mayo y a los votantes del tercer candidato en apoyos, Sinan Ogan, que en la primera ronda cosechó el 5,2% de las papeletas. Ogan ha terminado por respaldar a Erdogan para favorecer “la estabilidad”, ya que la coalición que apoya al actual presidente obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento.

Algunos analistas aseguran que se decantó por el actual presidente tras la mediación del presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev. Ogan trabajó en Bakú y mantiene estrechos lazos con el país caucásico porque procede de la minoría azerí del noreste de Turquía. No en vano, Aliyev ha enviado a algunos diputados azerbaiyanos a esas provincias turcas para hacer campaña a favor de Erdogan, según denunció un parlamentario del Partido Republicano del Pueblo (CHP) de Kiliçdaroglu.

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Sin embargo, los partidos que apoyaron a Ogan en la primera ronda ―de tendencia ultranacionalista, pero laicos― han dado su apoyo a Kiliçdaroglu. El político xenófobo Umit Özdag ha firmado con el candidato opositor un protocolo por el que, de ganar las elecciones, se compromete a expulsar a los refugiados “en el plazo de un año”, a “reforzar su lucha contra el terrorismo” ―incluido el del grupo armado kurdo PKK― y a no modificar los artículos fundamentales de la Constitución. Esto ha dejado a la izquierda nacionalista kurda, uno de los pilares del voto a Kiliçdaroglu, en una posición incómoda, pese a lo cual sus dirigentes han certificado que siguen apoyando al candidato opositor. Resta saber si sus electores les seguirán, más teniendo en cuenta que, en la primera ronda, las provincias kurdas registraron una participación diez puntos inferior a la media del país.

Es probable que el voto ultranacionalista turco se divida entre los dos candidatos (hay partidos de esta tendencia que apoyan a Erdogan y otros que apoyan a Kiliçdaroglu), previsiblemente en torno al eje laicismo-islamismo. “Yo voté a Ogan en la primera ronda, pero jamás votaría a Erdogan porque soy defensor de Atatürk”, impulsor del laicismo, explicó un votante a este diario.

La mayoría de encuestas divulgadas en la última semana dan como claro vencedor a Erdogan con entre el 51,4% y el 54% de los votos. En la primera ronda casi todas previeron que sería necesario ir a una segunda, pero fallaron estrepitosamente en el nivel de apoyo de cada candidato: otorgaron mucha más intención de voto a Kiliçdaroglu del que finalmente tuvo.

“¡Estamos listos para enterrarlos este domingo!”, exclamó Erdogan en uno de sus últimos mítines, aunque también advirtió contra la complacencia: “Nuestro principal rival no es el líder del CHP, sino el pasotismo, la borrachera del éxito y el pensar que lo tenemos ganado”. Por ello, y de cara también a movilizar el voto nacionalista, Erdogan ha continuado insistiendo en la supuesta alianza entre la oposición y “los terroristas”, usando en mítines y programas de televisión un montaje en el que el jefe del PKK parece participar en el anuncio electoral de Kiliçdaroglu.

Sin embargo, lo burdo del vídeo manipulado ha llevado a que incluso periodistas de canales progubernamentales preguntasen por ello a representantes del Ejecutivo: el ministro de Medio Ambiente, Murat Kurum, hubo de pasar momentos de sonrojo tratando de justificar que en su partido no sabían si el vídeo era verdadero o falso, mientras que el portavoz del Gobierno, Ibrahim Kalin, reconoció que “está editado”, aunque defendió: “Su esencia es verdad”.

Del mismo modo que la complacencia en el campo gubernamental, el desencanto también podría jugar en contra de Kiliçdaroglu. “Los resultados [de la primera ronda] han provocado desilusión entre los votantes de la oposición. Sin embargo, esta no se debe a los resultados reales, sino a una falsa expectativa creada por las encuestas”, afirma Baris Tugrul, profesor de Sociología de la Comunicación de la Universidad de Hacettepe. “Y esta desilusión la ha aprovechado Erdogan para declarar su supuesta victoria. Yo lo califico de supuesta victoria porque tanto el partido AKP de Erdogan como su aliado principal, el ultranacionalista MHP, han perdido votantes respeto a las anteriores elecciones y el propio presidente no ha podido ganar en primera vuelta”, añade.

El apoyo de Azerbaiyán no ha sido la única ayuda exterior que ha recibido Erdogan. “Algunos Estados del Golfo y otros han puesto dinero en nuestro sistema. Esto ha ocurrido recientemente y ha aliviado a nuestro banco central y al mercado, aunque sea de manera temporal”, explicó el propio mandatario islamista este jueves.

El banco central está muy necesitado de fondos del exterior porque ha estado vendiendo divisas en grandes cantidades para mantener estable el valor de la lira hasta que pase el periodo electoral y contrarrestar las heterodoxas políticas monetarias que propugna Erdogan y que, durante su último mandato, han hecho que la moneda turca perdiese casi el 80% de su valor. De hecho, por primera vez en dos décadas, las reservas netas en divisas del banco central turco han entrado en territorio negativo. La fuerte demanda de moneda extranjera entre los turcos ―en espera del batacazo que puede sufrir la lira turca el lunes― también ha contribuido a esta situación, ya que Erdogan ha prometido que continuará por la misma senda económica y monetaria.

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