La presidenta de la Asamblea Nacional francesa: “Las ideas de la extrema derecha siguen siendo igual de radicales: no hay que bajar la guardia”

Sucedió hace poco más de un año: por primera vez, unas elecciones legislativas en Francia llevaron a la extrema derecha a convertirse en el primer partido de la oposición en la Asamblea Nacional. De repente, los que durante décadas habían quedado apartados del juego institucional, irrumpían en el hemiciclo. Y lo hacían con la voluntad expresa de evitar el griterío y aparecer como un partido fiable, institucional.

Al mismo tiempo que Marine Le Pen y su partido y otros 88 diputados del Reagrupamiento Nacional (RN) se instalaban en sus escaños, la Asamblea elegía a la primera presidenta de su historia: Yaël Braun-Pivet (Nancy, 52 años), una abogada sin experiencia política que en 2016 se sumó al movimiento con el que un año después Emmanuel Macron conquistaría el poder. En el último año, Braun-Pivet ha debido gestionar la llegada de esta nueva oposición y lo ha hecho con una doctrina que ella misma califica de matizada: defiende combatir al RN en el plano de las ideas y, al mismo tiempo, no excluirlos de las instituciones.

“Hay que recordar sin cesar que se trata de diputados de extrema derecha, que sus ideas siguen siendo igual de radicales y que su elección por parte de los franceses no debe hacernos bajar la guardia”, dice la presidenta de la Asamblea en una entrevista con EL PAÍS y los diarios de la red europea LENA. “Pero, y aquí es donde yo matizo: no es un combate que debamos librar en el plano institucional, es un combate político, es un combate contra las ideas que ellos promueven y defienden”.

Braun-Pivet sostiene que hay que distinguir ambos aspectos. Y más aún desde su posición de presidenta de todos los parlamentarios, desde los de la extrema derecha a los de la extrema izquierda. Una de las primeras críticas que recibieron los macronistas al inicio de la nueva legislatura fue por incluir a dos diputados del RN en la mesa del Parlamento con sendas vicepresidencias.

“Soy de las que considera que no hay que hacer distinciones entre los parlamentarios, que cada uno de ellos, al haber sido elegido por los franceses, tiene su lugar en esta institución”, dice. “Es así porque los electores les han confiado responsabilidades y, por tanto, deben estar representados en las instancias”.

Dicho esto, la presidenta matiza de nuevo: “Para entrar en la cultura del compromiso, debe haber voluntad de debatir y capacidad para construir un consenso. Estructuralmente, los partidos que se ubican en la radicalidad no buscan esto y su exclusión del compromiso es, de alguna manera, consubstancial con esta actitud”.

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Braun-Pivet habla en su despacho del Hôtel de Lassay, un palacio de salones inmensos y oropeles que es la residencia oficial del presidente de la Asamblea Nacional, aunque ella sigue viviendo en su domicilio familiar cerca de París. Viene de la sociedad civil y se nota: no tiene los tics de los políticos profesionales, pese a que es diputada desde hace seis años. En la entrevista habla de la soledad que siente a veces en el estrado cuando todo parece descontrolarse y tiene segundos para decidir, una humanidad que sería difícilmente imaginable en la mayoría de sus antecesores, políticos de carrera que asumían pomposamente el papel de cuarta autoridad del Estado.

En estas situaciones de duda y soledad, quienes más problemas le han dado han sido los que, para Braun-Pivet, son el otro “partido que se ubica en la radicalidad”, en el extremo opuesto del hemiciclo. Se refiere a La Francia Insumisa (LFI), formación hermana de Podemos y partido hoy hegemónico en la izquierda francesa tras el descalabro socialista en los años de Macron. LFI ha protagonizado episodios de tensión en el hemiciclo, como el día que un diputado llamó asesino a un ministro. O durante la moción de censura en marzo, cuando al subir al estrado la primera ministra, Élisabeth Borne, los diputados de este partido se pusieron en pie y entonaron La Marsellesa mientras exhibían carteles con un eslogan contra la reforma de las pensiones de Macron.

“En ese momento me dije: ‘Debemos aguantar’”, recuerda Braun-Pivet. “Porque, precisamente, no hay que dejar que ganen los que promueven la agitación e intentan instalar el caos en la Asamblea Nacional. Unos pocos no pueden paralizar la institución y cuestionar el funcionamiento democrático”.

La reforma de las pensiones se adoptó en abril, pero la batalla parlamentaria no se ha apagado del todo. El 8 de junio, un pequeño grupo de centristas y regionalistas prevé presentar una propuesta para abolir la reforma de las pensiones. Se prevé que la presidenta no la admita a trámite, por considerar que vulnera un artículo de la Constitución.

Un hemiciclo más diverso

Que la Asamblea Nacional sea más ruidosa en esta legislatura que en la anterior es lógico. Los macronistas han perdido la mayoría absoluta, aunque son el primer grupo en escaños. El hemiciclo es más diverso, más fiel a la realidad del país. En un país donde el jefe de Estado acapara el poder, el parlamentarismo se ha reforzado. Los debates son vivos; el reverso es que pueden ser bruscos también. Y no hay cultura de la coalición: la crisis por las pensiones es consecuencia, en parte, de la incapacidad de Macron para encontrar aliados y de la negativa de la oposición, incluso la que ideológicamente era favorable a la reforma, a ayudarle. El resultado: un Gobierno en minoría, pero sin alternativa en el Parlamento.

“En Francia debemos aprender a funcionar con una Asamblea en la que no hay una mayoría neta y en la que hay una representación de todas las fuerzas políticas del país”, dice Braun-Pivet. “Estamos descubriendo lo que todos los países europeos tienen la costumbre de vivir. El aprendizaje es forzosamente, a veces, un poco caótico y largo. Pero felizmente la agitación no es permanente”.

Braun-Pivet, nieta de judíos de Alemania y Polonia refugiados en Francia, ha recibido amenazas antisemitas. No es la única política amenazada o insultada en esta Francia en tensión. Macron ha llegado a hablar del peligro de que el país entre en un “proceso de descivilización”.

A la pregunta de si ve relación entre las tensiones en la Cámara y el ambiente en la sociedad, Braun-Pivet responde: “La violencia que existe en la sociedad, ¿precede o procede de la que se ve en la Asamblea Nacional? Es una verdadera cuestión. En todo caso, yo estoy convencida de que si mostrásemos a cada instante una mejor imagen a nuestros conciudadanos, esto contribuiría a calmar el debate en la sociedad”. “La Asamblea Nacional”, resume, “es la imagen de Francia”.

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