El movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia se apaga progresivamente

Un ambiente de final de fiesta reinaba este martes en las calles de París por donde miles de manifestantes desfilaron en contra de la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron. Era la 14ª jornada de protesta, cinco meses de movilizaciones masivas que, sin embargo, han fracasado en el objetivo de impedir el aumento de la edad de la jubilación en Francia de los 62 a los 64 años. La reforma ya es ley, y ahora sus oponentes lo fían todo, como último recurso para derogarla, a una iniciativa parlamentaria, este jueves, de éxito improbable.

Según el Ministerio del Interior, se manifestaron en toda Francia, 281.000 personas. Según el sindicato Confederación General del Trabajo (CGT), fueron algo más de 900.000. En ambos casos, sería la cifra más baja desde que comenzó el movimiento en enero.

Jean-Luc Mélenchon, veterano líder de la izquierda francesa, respondió durante la manifestación cuando EL PAÍS le preguntó si esta sería la última: “No, no, no”. Y añadió: “Esto es Francia, un pueblo rebelde, a combustión lenta. Usted cree que están tranquilos y de golpe, ¡pluf!, el fuego se enciende de nuevo”.

Al inicio de la marcha, Carole Delga, presidenta de la región de Occitania y cabeza visible del ala moderada del Partido Socialista, comentó: “Una causa nunca está perdida cuando es justa. Quizá no ganemos hoy, pero mañana y pasado mañana podremos ganar”.

“La partida por las pensiones se está terminando, lo queramos o no”, admitía ante los periodistas Laurent Berger, secretario general saliente de la CFTD (Confederación Francesa Democrática del Trabajo), el primer sindicato de Francia. “Es la última manifestación contra la reforma de las pensiones en este formado, no vamos a engañarnos”.

Un 66% de franceses está en contra de la reforma, según un sondeo del instituto Harris, un nivel alto pese a que ya se ha adoptado. Al mismo tiempo, Macron recupera popularidad, según varios sondeos. “Se puede hablar de descrispación”, ha declarado Bernard Sananès, presidente del instituto Elabe, al diario Les Echos. “Todavía no se ha pasado la página de las pensiones, pero hay una bajada de la tensión”.

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La idea predominante, entre los manifestantes y políticos entrevistados en París, era que, aunque esta pueda ser la última jornada de protestas contra la reforma, el malestar social no ha desaparecido y resurgirá en cualquier otro momento y por otros motivos. Había resignación, pero no derrotismo.

“El combate continúa”, dijo, mientras comía un bocadillo, Vanessa, 35 años, asistente social en un hospital psiquiátrico cerca de París y militante del sindicato CGT. “Sin luchar no se obtiene nada”.

La sindicalista acusa a Macron, como muchos manifestantes, de haber torpedeado la democracia al imponer la reforma en marzo por medio del artículo 49.3 de la Constitución, que permite adoptar una ley soslayando el voto parlamentario. En respuesta, la oposición presentó una moción de censura contra la primera ministra, Élisabeth Borne, pero la perdió. La oposición presentó después varios recursos ante el Tribunal Constitucional, que en abril los rechazó.

La última bala de la oposición es la propuesta de ley del pequeño grupo de centristas y regionalista Libertad, independientes, ultramar y territorios (LIOT). Los macronistas, que perdieron hace un año la mayoría absoluta, pero siguen siendo el primer grupo en la Asamblea nacional, han hecho todo por impedir que llegue a votarse en el hemiciclo. Temen una derrota parlamentaria, aunque luego la propuesta debería pasar por varias etapas, entre ellas el Senado, y difícilmente se adoptaría.

El jueves la presidenta de la cámara, Yaël Braun-Pivet, previsiblemente no la admitirá a trámite, apelando al artículo 40 de la Constitución. Este artículo impide toda iniciativa parlamentaria que suponga un aumento del gasto si no se compensa con un aumento de los ingresos. La derogación de la reforma recaería en este supuesto.

“Lo que hay que entender es que en Francia hay una mayoría que no tiene la mayoría en la Asamblea”, comentaba en París el mélenchonista Éric Coquerel, presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional. “Por eso, usa todo lo que el reglamento le permite para evitar votar”.

Los macronistas recuerdan que la oposición perdió la moción de censura, pero fue por solo nueve votos, y la moción requería la mayoría de todos los escaños. Esta vez, hace falta una mayoría de los votos presentes, lo que en teoría hace que sea más sencillo que se imponga la iniciativa antigubernamental.

“Somos, ante el mundo entero, el único país en el que se decide que la gente trabaje dos años más sin que la decisión sea votada”, se queja Mélenchon, tras asegurar que en Francia se han “prohibido” manifestaciones “sin motivo” y se ha detenido a manifestantes también “sin motivo”. “Considero, pues, que ya no vivimos realmente en República”. Y concluye mirando al periodista: “En su país, también se piensa que el monarca es más democrático que nuestro presidente, ¿no es verdad? ¡Aunque me gustaría más que España fuese una república!”.

La visión de Mélenchon no es compartida por toda la izquierda. Cuando se le pregunta a la socialista Delga por quienes aseguran que Macron es un peligro para la democracia parlamentaria, responde: “No utilicemos palabras completamente inverosímiles. Lo que es un peligro para la República son las ideas de extrema derecha (…). No hay que pronunciar palabras insultantes ni hacia el presidente de la República ni hacia el pueblo”. Un manifestante que escuchó la conversación le gritó: “¡Váyase con Macron!”.

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