Hallados con vida los cuatro niños perdidos hace 40 días en la selva colombiana del Guaviare

Los cuatro hermanos perdidos durante 40 días en la selva colombiana han sido encontrados con vida, según ha confirmado este viernes el presidente Gustavo Petro. Los niños se encuentran en buen estado de salud pese a los peligros que enfrentaban en esa frondosa selva amazónica llena de jaguares y serpientes y plantas venenosas. Lo más llamativo ha sido la supervivencia en condiciones extremas del bebé, que cumplió un año de edad mientras las autoridades los buscaban. Deshidratados y con el cuerpo lleno de picaduras de mosquito, en mitad de su odisea encontraron un perro que les hizo compañía.

El hecho de que sobrevivieran a un accidente aéreo resultaba casi inverosímil, pero aún más que solos, sin ayuda de nadie, pudieran mantenerse con vida durante todo este tiempo en una selva en la que llueve 16 horas al día y que está sumida casi en la oscuridad por el follaje. No se alcanza a ver nada más allá de 20 metros y los ruidos dificultan a dos personas entenderse a poca distancia. Sin embargo, que fueran de una comunidad indígena aumentaba sus posibilidades de supervivencia. Los niños, sobre todos los dos mayores, estaban acostumbrados a adentrarse en la selva, caminar por ella y reconocer las plantas con las que pueden alimentarse y no envenenarse.

Los militares colombianos los sacaron de la selva con un helicóptero que no podía posarse en tierra y aguardaba a 60 metros de altura, en el aire. Los subieron hasta el aparato con arneses y una polea. La altura de los árboles y la oscuridad dificultaron la operación. Los niños parecían estupefactos, como si estuvieran viviendo un momento irreal. Las autoridades aseguran que se alimentaron asiduamente con los kits de supervivencia que los rescatistas lanzaban desde el aire.

“Una alegría para todo el país. Aparecieron con vida los cuatro niños que estaban perdidos hace 40 días en la selva colombiana”, tuiteó el presidente recién llegado de La Habana, donde acababa de firmar el alto el fuego con el ELN. Adjuntó una fotografía que servía como prueba de vida de los hermanos. En otra imagen que está dando la vuelta al mundo, los chicos aparecen rodeados por los militares que los encontraron, envueltos en mantas térmicas. Aparentan síntomas de desnutrición. Uno de los militares carga el bebé en brazos.

Los niños se llaman Lesly Jacobo Bonbaire (13 años), Solecni Ranoque Mucutuy (9 años), Tien Noriel Ronoque Mucutuy (4 años) y Cristian Neryman Ranoque Mucutuy (1 año). Son del pueblo indígena uitoto y viven cerca del río Cahuinarí, en el Caquetá. El 1 de mayo, la avioneta en la que viajaban con tres adultos, entre ellos la madre, cayó al vacío en mitad de la selva amazónica, sobre el río Apaporis. El piloto avisó a la torre de control de un fallo del motor antes de perder altura de forma brusca, momento en el que trató de amerizar en el río, pero se quedó sin capacidad de vuelo y se estrelló contra unos árboles.

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No se supo más de todos los ocupantes hasta 17 días después, cuando unos rastreadores indígenas encontraron la avioneta siniestrada. Dentro estaban los cadáveres de los tres adultos, pero no había rastro de los niños. Enseres y ropa que se encontraron en los alrededores dieron esperanzas a las autoridades de que los niños, pese a todo, se encontraban con vida. Desde ese día, Petro dio la orden de que un gran dispositivo militar, en cooperación con comunidades indígenas, encontraran a los niños. 120 militares de las fuerzas especiales y 73 indígenas se dedicaron día y noche a tratar de dar con ellos.

“Hoy hemos tenido un día mágico, lleno de alegrías. Nos acercamos a tocar la paz, en el acuerdo que avanza con el ELN”, dijo Petro. “Y ahora regreso y la primera noticia es que efectivamente las comunidades indígenas que estuvieron en la búsqueda y las fuerzas militares, conjuntamente, encontraron a los niños 40 días después. Estaban solos. Ellos mismos lograron un ejemplo de sobrevivencia total. Quedará en la historia. Esos niños son hoy los niños de la paz y los niños de Colombia”.

Los menores reciben en estos momentos atención médica en San José del Guaviare, la ciudad más cercana. Después serán trasladados a Bogotá o Villavicencio, según lo que dictaminen los doctores. El presidente tratará mañana de hablar con ellos. “Cumple mi hija 15 años, así que es un buen regalo para mi hija y un buen regalo para Colombia”, dijo.

La nación había perdido la esperanza de encontrarlos con vida después de tantos días. Con cada jornada sin resultados disminuían las posibilidades. Sin embargo, el comandante Pedro Sánchez, el militar encargado de la búsqueda, no perdía la esperanza.

—Comandante, ya han pasado 39 días desde la desaparición. Los niños han superado al aviador que fue encontrado con vida 35 días después de su accidente en la selva brasileña. ¿Sigue habiendo esperanza? —, le preguntó ayer este periódico.

—Sí —, contestó Sánchez. Ellos son indígenas.

—Cierto, tienen mayor aguante.

Finalmente, los han encontrado a solo cinco kilómetros del lugar en el que cayó la avioneta, en la vereda Palma Rosa. Pero lo cierto es que los han buscado por cielo y tierra. Los comandos de búsqueda han recorrido más de 2.500 kilómetros a pie en la selva, todo un esfuerzo. Hace 10 días, el comandante Sánchez llegó a decir que una noche habían estado muy cerca de los menores, a tan solo 100 metros. No mucha gente le creyó. El comandante tenía su propia teoría: los niños debían estar vivos, si estuviesen muertos ya hubiera encontrado sus cadáveres. El objetivo, por tanto, era móvil. En el fondo tenía toda la razón.

Los niños abordaron esa avioneta para encontrarse con su padre, que había huido de Araraucara, donde vivía toda la familia. Manuel Ranoque había sido amenazado de muerte por uno de los grupos guerrilleros que hay en esa zona selvática y se refugió en otro lugar. Su desaparición fue un misterio que no se evaporó hasta que llamó semanas después a su casa y les pidió a todos que fueran a su encuentro. Su esposa, Magdalena Mucutuy, y sus cuatro hijos subieron con ese propósito a la Cessna 206, matrícula HK 2803, pilotada por un hombre que antes había sido taxista, Hernán Murcia. A la familia le esperaba una nueva vida.

El vuelo salió de Araracuara y debía aterrizar en San José del Guaviare. El accidente se produjo a mitad del camino, en una zona en la que se cree que todavía hay pueblos no contactados. El lugar más cercano al accidente era Cachiporro, una comunidad sobre el río. El pueblo cuenta con una pequeña escuela y una pista aérea para avionetas pequeñas. La comunicación es principalmente radiofónica, mediante aparatos conectados a paneles solares. Sus habitantes se involucraron de lleno en la búsqueda, dando todo un ejemplo de solidaridad. La cooperación indígena ha sido fundamental a la hora de encontrar a los niños.

La avioneta de los niños ya se había accidentado en Vaupés, en julio de 2021. No hubo muertos entonces, pero quedó destruida. El aparato fue reparado sin consultar con la casa fabricante (Cessna) porque así les resultaba más barata la restauración. Se trataba de una nave fabricada en 1982, en Estados Unidos y, casi 40 años después, llevada a Colombia, en 2019. En ese primer accidente el aparato sufrió daños estructurales y no se le hicieron las revisiones necesarias para que siguiera en funcionamiento. “No podía estar volando”, dijo una autoridad. En esta zona de Colombia hay cerca de 40 pequeñas empresas que operan como aerotaxis. No son vuelos comerciales, sino chárter. Por lo general, son aeronaves precarias, cuya autonomía de vuelo es de seis horas. Estas pequeñas avionetas suelen ser el último recurso de transporte rápido con el que cuentan los habitantes de las regiones de la Orinoquia y la Amazonia, que ocupan más de la mitad de Colombia.

Una de las hipótesis durante su desaparición era que los niños se habían topado con alguna de estas tribus nómadas que no reciben noticias del exterior. “Pensé que allí los iban a considerar sus hijos”, creyó el presidente. Pero no fue así. En algún momento encontraron un perro y solo con esa ayuda lograron mantenerse con vida todo este tiempo. “Es su aprendizaje”, quiso darle Petro un sentido a todo lo que ha ocurrido. “En las familias indígenas aprenden a vivir en la selva. Eso les ha salvado”.

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