La rotura de la presa abona una nueva amenaza: las minas fuera de control arrastradas por el agua

¿Puede viajar por el cauce de un río una mina antitanque de una decena de kilos de peso capaz de destrozar vehículos blindados de varias toneladas? La respuesta es sí, según explica Andy Duncan, coordinador de contaminación por armamento de Cruz Roja en Ucrania, en un contexto en el que el agua ha inundado campos y pueblos tras reventar una presa estratégica en pleno frente de guerra en Jersón el martes. “Como en una avalancha en los Alpes, todas estas minas han sido barridas y van a terminar río abajo. Así que no van a estar flotando”, detalla durante una entrevista con EL PAÍS en su despacho de Kiev, la capital.

Si antes se sabía más o menos dónde podían ubicarse esos campos minados, por las posiciones de las tropas, ahora se ha perdido toda referencia y algunas pueden acabar enterradas bajo varios metros de sedimentos, por lo que localizarlas y recuperarlas supondrá “un problema adicional”, según Duncan. Y no solo eso, añade, sino que todo ocurre en un país en el que de vez en cuando siguen apareciendo todavía restos activos de la I y II Guerra Mundial. Esa referencia a acontecimientos de hasta hace más de un siglo sirve para entender la dimensión de lo ocurrido esta semana y el tiempo que estas minas pueden seguir suponiendo una amenaza para la población.

Los servicios estatales de emergencia, que centralizan el desminado y limpieza de restos bélicos en Ucrania, calculan que hay contaminados unos 174.000 kilómetros cuadrados, más del 25% de los 603.000 kilómetros cuadrados del país, una extensión equiparable al doble de Andalucía.

Jersón ya era la región más minada de Ucrania junto a Járkov cuando el martes saltó por los aires la presa de Nova Kajovka en el Dniéper, donde cada ejército ocupa una de las riberas. Se trata de un enclave estratégico cerca de la desembocadura del río Dniéper. La destrucción de la presa ha causado la inundación de decenas de localidades y miles de hectáreas en torno a la línea del frente, en la que los combates no cesan ni para rescatar o asistir a los pocos habitantes que quedan allí. Estos artefactos explosivos colocados como defensa por los militares ―ambos bandos las usan― se encuentran ahora bajo el agua y, en algunos casos, fuera de control a lo largo del cauce ensanchado.

El peligro llega, especialmente, de minas antitanque como las empleadas desde la II Guerra Mundial y afecta tanto al lado occidental del Dniéper, bajo control ucranio, como al oriental, ocupado por los rusos, detalla Andy Duncan. En este sentido, cree que las inundaciones han afectado en mayor medida a la margen oriental porque el terreno está más bajo con respecto al nivel del mar. Pese a las restricciones que impone Moscú, en esa zona también dispone de personal Cruz Roja. Las autoridades de Kiev estiman que la riada ha obligado a un repliegue ruso de entre 5 y 15 kilómetros de las posiciones que ocupaban antes de la rotura de la presa. Sin embargo, el desastre no parece haber alterado los planes de la ofensiva planeada hace meses por el ejército ucranio sobre posiciones rusas, que vive sus choques más intensos en la vecina región de Zaporiyia.

La falta de control sobre un número indeterminado de minas antipersona y antitanque va a dificultar la vuelta a la normalidad durante décadas, alertan tanto el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) como la principal organización mundial de desminado, Halo Trust, que ha tenido que suspender sus labores en siete campos minados que han resultado anegados. “El torrente de agua que barrió la parte baja del río Dniéper fue lo suficientemente poderoso como para desalojar las minas terrestres y, en algunos casos, causar la detonación de minas antitanque de 10 kilos”, señala Halo Trust en un comunicado este viernes.

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También el Gobierno de Kiev y las autoridades de ocupación instauradas por Rusia en parte de Ucrania han advertido del aumento de los riesgos. Oleh Kiper, gobernador de Odesa, región a orillas del mar Negro, pidió a la población el jueves que permanezca en guardia y alejada de la costa y las playas ante la llegada de minas y artefactos sin explotar junto a árboles, restos de viviendas y animales muertos procedentes de la riada. Nova Kajovka se halla a unos 60 kilómetros de la desembocadura del Dniéper, mientras que el litoral de Odesa se encuentra a más de 200. Los ciudadanos están publicando vídeos en las redes sociales con restos de tejados y muebles varados en la costa de Odesa.

Mientras, las autoridades locales de Jersón informaron este viernes de que el nivel del agua ha dejado de subir. Pero eso no permitirá de momento la localización de ese armamento disperso, pues esa labor no podrá emprenderse mientras la zona siga siendo frente de batalla, reconoce Duncan, que anteriormente trabajó en Halo Trust. “Esta es una catástrofe humanitaria y ecológica y la presencia de enormes cantidades de minas terrestres magnifica el riesgo para los civiles en la zona. No sabremos el número exacto de minas terrestres desplazadas hasta que las aguas disminuyan”, dijo Mike Newton, responsable de Halo en Ucrania en declaraciones facilitadas a los medios por esta organización.

A corto plazo, el CICR hay que mapear dónde es probable que estuvieran las minas y dónde podrían haber acabado por la fuerza de la corriente para realizar estimaciones previas a los trabajos de limpieza, “porque ninguna de las partes lo va a decir”, afirma Duncan. A largo plazo, cuando baje el agua, “comenzará el análisis detallado” de esos lugares, pero “solo cuando cesen los combates en esa zona”.

Minas antitanque plantadas por el Ejército en una granja de Shestakove, en la región de Járkov.Luis de Vega

“La rotura de la presa de Nova Kajovka pondrá vidas en riesgo debido a la densidad de campos minados que han ido río abajo y que ahora están bajo el agua”, alertó Halo Trust en un comunicado del 8 de junio refiriéndose al río Ingulets, afluente del Dniéper, donde sus equipos se han visto obligados a interrumpir el desminado. “Tanto si las minas se han movido como si no, limpiar la zona llevará mucho más tiempo y supondrá un mayor peligro para nuestros desminadores y la población local”, añade el texto.

Los militares habían colocado minas antitanque en la ribera del Ingulets durante la ocupación rusa de parte de la región de Mikolaiv, vecina de Jersón y frente de batalla durante largos meses en 2022. Una contraofensiva de las tropas locales alejó a los invasores rusos de esa zona en noviembre del año pasado. Las inundaciones impiden ahora el trabajo de limpieza de esos campos por parte de Halo Trust, que detalla que de las cerca de 5.000 minas localizadas en Mikolaiv desde ese mes, 464 se encontraban colocadas en márgenes de ríos. Esas minas suponen un “riesgo mortal” para los civiles en la zona que se dedican a la agricultura, ganadería o a la pesca fluvial, advierte esta organización.

“En una guerra, a la gente no le gusta ofrecer información sobre dónde colocan las minas. Y hasta que la necesidad del campo minado no haya desaparecido, no se van a mostrar favorables”, concluye Andy Duncan, de Cruz Roja. Y la Jersón inundada, donde las minas esparcidas por la riada han elevado la amenaza, sigue siendo hoy primera línea de frente.

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