Ylva Johansson: “El pacto migratorio quita argumentos a la extrema derecha”

El Parlamento Europeo vota este miércoles el pacto migratorio duramente negociado durante más de una legislatura. Pese a que todavía faltará el visto bueno final también de los Estados miembros, se trata de un paso esencial que se produce en un momento clave: a menos de dos meses de unas elecciones europeas en las que se espera un refuerzo en el hemiciclo de las fuerzas más ultras. La votación está considerada una oportunidad de ahora o nunca para legislar en materia migratoria. También, una manera de cortarle las alas a la extrema derecha que lleva años instrumentalizando políticamente esta cuestión. Muchos de sus críticos argumentan que, si lo consigue, es precisamente porque endurecerá las condiciones para entrar en la UE sin resolver —sostienen— el problema migratorio de fondo.

El acuerdo restringe las posibilidades de entrada en la UE y fija por primera vez cuotas de acogida que debe aceptar cada Estado miembro. Con el acuerdo, que es en realidad un compendio de diversos reglamentos que buscan regular en el marco europeo todos los pasos de la compleja política migratoria, “ya le hemos quitado muchos de los argumentos a la extrema derecha”, afirmó en un encuentro con un grupo reducido de periodistas en vísperas del voto la comisaria de Interior, Ylva Johansson, que lleva sus casi cinco años de mandato intentando llegar al pacto ahora a punto de cerrarse. “Una maratón”, lo define la socialdemócrata sueca, que asegura que, pese a todo, y pese a que ninguna de sus partes convence a todos, ha merecido la pena porque “demostrará que podemos resolver cuestiones políticamente muy difíciles en un ambiente que también es complejo”.

Pero sobre todo, advierte, se trata de un ahora o nunca: “Si el Parlamento no lo aprueba mañana [por este miércoles], tendremos un escenario totalmente distinto. El momento es ahora, hemos hecho tanto estos cinco años, logrando la confianza, negociando, encontrando el acuerdo. Es una propuesta válida con mucho apoyo de los grandes grupos políticos y de la mayoría de los Estados miembros. Si no se aprueba, tendremos muchos problemas. De verdad que no veo cómo podríamos reiniciarlo todo de nuevo”.

Llegada de inmigrantes a la isla de El Hierro, el pasado marzo.Mònica Torres

Aunque en principio todavía podría intentarse una nueva votación en el último pleno de este mandato, a finales de mes en Estrasburgo, esa sensación de urgencia es compartida por buena parte de la Eurocámara. Los cálculos son que el pacto logrará la mayoría necesaria para ser aprobado, pero se sabe que la votación puede llegar a ser muy ajustada y que todo puede cambiar aún. Incluso algunos eurodiputados de los partidos mayoritarios que han pedido el apoyo al acuerdo —el Partido Popular Europeo (PPE), Socialistas y Demócratas (S&D) y los liberales de Renew— ya han dejado claro que se desmarcarán de la línea de su formación. Entre ellos figuran socialistas y conservadores franceses, aunque hay dudas también entre eurodiputados polacos, italianos o checos.

“En todos los grupos políticos hay resquicios”, admite el socialista Juan Fernando López Aguilar, uno de los negociadores de la Eurocámara.

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El acuerdo político sobre los cinco reglamentos que la Comisión presentó en 2020 se alcanzó a finales de diciembre del año pasado, en los últimos días de la presidencia española de turno del Consejo de la UE. Pero el pacto migratorio llevaba pendiente desde mucho antes: es un intento de cohesionar las políticas migratorias que arrancó prácticamente desde que estalló la crisis de refugiados en 2015 tras la guerra en Siria. El pacto de Migración y Asilo que se vota este miércoles traza una nueva arquitectura de gestión de los migrantes en suelo europeo: desde que ponen un pie en un país de la UE —regulando todos los pasos de la cadena de recepción de los demandantes de asilo— hasta su acogida o rechazo por parte de un Estado. Introduce también, por primera vez de forma permanente, las controvertidas cuotas que obligan a todos los Estados miembros a asumir una parte de los solicitantes de asilo o, en caso contrario, a pagar una cuota de 20.000 euros por persona para la cesta comunitaria.

“Creo que va a ser muy bueno para Europa. Estamos protegiendo las fronteras y los derechos fundamentales. Y gestionamos la migración de una manera ordenada, lo que era absolutamente necesario”, sostiene la comisaria Johansson, que reconoce, no obstante, que el trabajo no puede quedar ahí, ya que todavía queda “trabajar con terceros países” para combatir el tráfico ilegal de personas, las redes de traficantes y asegurar las vías legales de entrada a la UE.

En cambio, para muchas ONG que prevén manifestar su rechazo este miércoles en Bruselas durante la votación en la Eurocámara, los reglamentos tendrán un “impacto devastador” para los migrantes, demandantes de asilo y refugiados. Así lo afirman 161 organizaciones, entre ellas Médicos Sin Fronteras y Oxfam, que han llamado a los eurodiputados a rechazar un pacto que “no es más que un castillo de naipes incapaz de arreglar el quebrado sistema de asilo europeo”.

Es el argumento que ha llevado al grupo político de la izquierda minoritaria y a los verdes a manifestar su rechazo al pacto. Como dijo la sueca Malin Björk, del primer grupo, el acuerdo es “una adaptación de lo que la extrema derecha lleva años pidiendo” y “convierte en legislación europea las cosas que peor funcionan en migración, como los centros de detención”.

Oposición de los partidos más ultras

Paradójicamente, los partidos más ultras de la Cámara también han anunciado su oposición, al considerar el texto, como dijo el eurodiputado de Vox Jorge Buxadé, “insuficiente”.

Entre los que apoyarán este miércoles el acuerdo tampoco reina la complacencia absoluta, más bien un sentimiento de que no se puede seguir como hasta ahora y que no ha sido ni será posible negociar mucho más: “No se trata de que no hayamos peleado lo bastante, es que la correlación de fuerzas no da más de sí. Y quedarnos como estamos sería perjudicial”, subraya López Aguilar.

“No estoy feliz, no voy a descorchar una botella de champán, pero creo que no nos eligen para votar solo las cosas que nos gustan, sino para resolver cosas. Y no soy una activista, soy una política”. Así resumía la eurodiputada liberal holandesa Sophie in’t Veld el estado de ánimo de muchos de los eurodiputados que comparecieron en rueda de prensa este martes para defender el pacto migratorio, aunque admitían no estar totalmente convencidos con diferentes partes del texto.

Para la holandesa, hay además “una obligación hacia los ciudadanos de mostrar que Europa puede funcionar”, aunque a la vez reconoce “dudas y preocupaciones justificadas”. Mucho dependerá, subrayó, de la “implementación” por parte de los Estados. “Este paquete puede acelerar los procedimientos, puede reforzar los derechos y las condiciones de recepción de la gente que llegue, pero está en manos de los gobiernos la cuestión de los derechos fundamentales, también pueden prolongar la detención sin justificación”, reconoció.

Si el pacto migratorio supera la votación de la Eurocámara y es ratificado rápidamente por los Estados, Johansson cree que su aplicación comenzará rápidamente. Aunque oficialmente debe presentar un plan en septiembre, la comisaria ha adelantado a los periodistas su intención de hacerlo ya en junio “para asegurar que los Estados miembros tienen tiempo suficiente”. Tras años de parálisis, hay prisa por avanzar.

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