La mayor movilización desde el comienzo de la guerra de Gaza agita las universidades de Estados Unidos

Es el 15-M de Gaza, el Occupy Wall Street —el movimiento de protesta que en 2011 clamó contra el capitalismo en su misma cuna— con kufiyas. Los campus de EE UU viven la mayor movilización desde que estalló la guerra en Gaza, con acampadas de protesta de este a oeste del país, en una descarnada vuelta de tuerca a las manifestaciones que ya recorrían las universidades desde octubre. Con la de Columbia (Nueva York) como epicentro, los acampados, de filiación 100% propalestina, han contribuido a reactivar el debate, ya asordinado, sobre el antisemitismo, que a finales del año pasado provocó las dimisiones de las rectoras de Harvard y Pensilvania. Los estudiantes y profesores judíos dicen sentirse amenazados y esgrimen el riesgo de un enfrentamiento abierto.

Acampadas en varios campus del país han sido desalojadas por la policía, con numerosas detenciones —las últimas, en la noche del lunes en la Universidad pública de Nueva York—, y han llevado a los rectores a adoptar medidas de excepción, como el despliegue de policías y numerosos guardias de seguridad en los accesos, delimitados por vallas; el cierre de las instalaciones a extraños —solo pueden entrar los estudiantes, previo escaneo de su carné— y la adopción de clases en remoto hasta que finalice el semestre para evitar una mayor afluencia al campus. Así lo ha decidido Columbia, donde este martes permanecían acampados centenares de estudiantes, en decenas de tiendas arracimadas en círculo en una de las explanadas del centro.

Policías arrestan a una manifestantes en el campus de la Universidad de Nueva York (NYU), el 22 de abril.Fatih Aktas (Getty Images)

La mayoría embozados tras mascarillas, pese a que es una protesta al aire libre, o bajo pañuelos palestinos, hacen yoga, tocan música, juegan a las cartas o, la mayoría, terminan sus trabajos de clase: el último día lectivo es el 29 de abril. Han tomado el relevo de un primer campamento dispersado por la policía la semana pasada, con un centenar de detenciones. El campamento está tan bien organizado como el del 15-M o el de los indignados de la crisis griega: hay servicios de comida, una carpa de atención médica; generadores; programa de actividades, con juegos de mesa o ejercicios de yoga, y un gran cartel que establece las normas, la primera de ellas, comprometerse a seguir acampados y no ceder ni un milímetro de espacio “en solidaridad con el pueblo palestino”. En la noche del lunes, los estudiantes judíos acampados celebraron el tradicional seder, la cena que marca el comienzo de la Pascua judía.

Con el apoyo de numerosos profesores, los manifestantes ya no piden únicamente un alto el fuego en Gaza (lo vienen haciendo desde que empezó la guerra), ahora también la readmisión de los estudiantes arrestados la semana pasada, algunos de los cuales —se ignora el número— fueron expulsados del campus, y también que la universidad desinvierta de empresas vinculadas a Israel. Estudiantes judíos, por su parte, afirman que las críticas a Israel por su ofensiva contra Gaza han derivado hacia un antisemitismo patente y les hacen sentirse inseguros. El enfrentamiento entre unos y otros es ya un desgarro manifiesto, mientras importantes donantes, en su mayoría judíos, han anunciado que planean retirar la financiación a departamentos y centros hasta que se tomen medidas correctoras. Es el caso del propietario del equipo de fútbol americano New England Patriots y antiguo alumno de Columbia, Robert Kraft, que mantiene un centro para estudiantes judíos en esa universidad.

La repentina intensidad que han cobrado las protestas propalestinas no ha cogido por sorpresa a los rectorados: son un trasunto de las decenas de marchas y manifestaciones que casi a diario recorren Nueva York, secundadas también por un gran número de judíos progresistas. Pero, a diferencia del último trimestre de 2023, esta vez la reacción por parte de las autoridades universitarias ha sido tajante, permitiendo la entrada en acción de la policía: los arrestados en Columbia la semana pasada fueron desalojados maniatados con bridas de plástico y escoltados por agentes.

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La creciente movilización en contra de la guerra de Gaza y por un alto el fuego se traduce también en una presión añadida para el presidente, Joe Biden, que en las últimas semanas ha modulado su inicial apoyo férreo a Israel ―con toques de atención al Gobierno de Benjamín Netanyahu para que alivie el sufrimiento humanitario en la Franja―, sobre todo después de recibir decenas de miles de votos de castigo en las primarias por parte de votantes demócratas progresistas y de origen árabe.

Un campamento pro-Palestina en el campus de la Universidad de Columbia, el 22 de abril.
Un campamento pro-Palestina en el campus de la Universidad de Columbia, el 22 de abril.Stefan Jeremiah (AP)

El precario equilibrio entre libertad de expresión y seguridad e inclusividad en los campus ha saltado prácticamente por los aires. De costa a costa de EE UU, los rectores han pasado los últimos seis meses luchando por trazar una divisoria clara, pero no actuar con decisión —o con tibieza— les ha costado el apoyo de padres, políticos, alumnos ilustres y, en última instancia, de estudiantes de ambos bandos: o por tolerar las protestas, como inicialmente hizo Columbia, o por pedir a la policía que dispersara el primer campamento la semana pasada. Miembros del Congreso acudieron este lunes al recinto para interesarse por el mantenimiento del orden, porque el debate sobre el antisemitismo en los campus es el nuevo frente de las guerras culturales, y políticas, en EE UU.

La llama de Columbia ha prendido fácilmente. En Míchigan, Berkeley, Minnesota, la universidad pública de Nueva York o el MIT, cuya rectora también fue seriamente cuestionada en una audiencia del Congreso que puso contra las cuerdas a las prestigiosas universidades de la Ivy League por su tibieza a la hora de condenar el antisemitismo. En Yale, la policía detuvo el lunes a medio centenar de manifestantes, acusándoles de allanamiento de morada. Tras la acción policial, la protesta se desbordó aún más y los estudiantes acabaron bloqueando una intersección. En la universidad pública de Nueva York también se produjeron varias detenciones, mientras el rectorado hacía público un comunicado según el cual en la concentración ante la Facultad de Empresariales, en pleno casco urbano, en la que dicen participaron personas no vinculadas a la universidad, “hubo cánticos intimidatorios y se informó de varios incidentes antisemitas”.

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